sábado, 28 de noviembre de 2020

BSS Fascismo 2.0: curso intensivo


Fascismo 2.0: curso intensivo

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez


Es imposible predecir qué va a pasar en Estados Unidos durante las próximas semanas. Hay varias preguntas cruciales en el aire que por ahora no tienen respuesta. ¿Hubo o no fraude electoral? Si lo hubo, ¿fue suficiente para invertir los resultados? ¿Será la transición de Trump a Biden una transición de Trump a Trump? ¿O una transición de Trump a un acuerdo de compromiso en el Congreso como el que, tal y como aconteció tras las disputadas elecciones presidenciales de 1876, el candidato ganador asume la presidencia con la condición de aceptar el compromiso extraelectoral? ¿Habrá violencia en las calles sea cual sea la solución, ya que cualquiera de ellas margina a una parte importante y polarizada de la sociedad? Por ahora, todo esto son incógnitas.

No obstante, hay algunas certezas muy sombrías para el futuro de la democracia. Me concentro en una. Me refiero al curso intensivo de fascismo 2.0 que Donald Trump ha impartido a lo largo de estos cuatro años a los aspirantes a dictadores, a líderes autoritarios y fascistas. El curso tuvo su momento más álgido en la clase magistral que Trump comenzó a dar desde la Casa Blanca a las 2.30 de la madrugada (hora de Washington D. C.) el pasado 4 de noviembre. El tema general del curso es "cómo utilizar la democracia para destruirla". Se divide en varios subtemas. En este texto me referiré brevemente a los principales. Las tres primeras lecciones se refieren a las elecciones y el resto, a la política y el gobierno. El objetivo general del curso es inculcar la idea de que la democracia solo sirve para llegar al poder. Una vez en el poder, ni la gobernación ni la rotación democrática son aceptables.

1. No reconocer resultados electorales desfavorables. El tema de la clase del día 4 fue cómo  rechazar los resultados electorales cuando no nos convienen, cómo crear confusión en la mente de los ciudadanos, inventando sospechas de fraude que, independientemente de los hechos (que incluso podrían existir), para surtir efecto tienen que formularse de la manera  más extrema y delirante. Ya en la campaña electoral de 2016 Trump había abordado este tema y la lección había sido seguida por sus alumnos predilectos (a quienes considera amigos personales), Rodrigo Duterte de Filipinas y Jair Bolsonaro de Brasil. Este último dijo en septiembre de 2018: "No acepto un resultado diferente de mi elección". Sin embargo, muchos de  los alumnos restantes estuvieron muy atentos esa madrugada. Entre otros, Recep Tayyip Erdoğan, en Turquía y, en Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, que Trump considera "mi dictador favorito", así como Narendra Modi en la India.

Otro alumno atento fue Yoweri Museveni, el presidente de Uganda, que está en el poder desde 1986 y tiene la intención de volver a presentar su candidatura el próximo año. En Europa, la clase fue numerosa e incluyó a Viktor Orbán, Matteo Salvini, Marine Le Pen, Santiago Abascal y André Ventura.

2. Transformar mayorías en minorías. Cada vez que las mayorías electorales no favorecen la causa fascistizante, es urgente convertirlas en minorías sociológicas. De esta manera, las elecciones pierden legitimidad y la democracia se convierte en una maniobra de los grandes intereses económicos y mediáticos. El alumno portugués, André Ventura, aprendió esta lección más rápido que cualquier otro. En declaraciones concedidas al diario Expresso (7-11), declaró sobre la victoria de Biden: "Me temo, sin embargo, que haya ganado la voz de las minorías que prefieren vivir a costa del trabajo de los demás".

3. Dobles criterios. Nada de lo que es desfavorable para la causa puede evaluarse con los mismos criterios que se aplican a lo que resulta favorable. Por ejemplo, si se sabe con gran probabilidad que la gran mayoría de los votos por correo son a favor de la causa fascistizante, estos deben considerarse no solo legales, sino especialmente recomendables en tiempos de pandemia. De lo contrario, hay que insistir en que son un instrumento de fraude que priva a los votantes del momento único de proximidad física y social a la democracia. La prueba del supuesto fraude no importa, siempre que la sospecha sea lanzada de inmediato y con la invención de estrategias fraudulentas imaginarias.

4. Nunca hay que hablar ni gobernar para el país, sino siempre y solo para la base social. Esta lección es crucial porque es la que más directamente contribuye a socavar la legitimidad de la democracia. Si la lógica es promover una corriente de opinión antisistema, no tiene sentido gobernar para quienes, a pesar de tener quejas, aún no han renunciado a verlas atendidas por el sistema democrático. Idealmente, la base social debería ser al menos del 30% y cultivar su lealtad de manera inequívoca en el tiempo, tanto en la oposición como en el Gobierno. El contacto con la base debe ser directo y permanente. La base permanecerá unida y organizada en la medida en que deje de confiar en otra fuente de información. A partir de ahí, los hechos que desmienten al líder dejan de ser relevantes. A lo largo de cuatro años, Trump fue capaz de mantener su base, como Orbán en Hungría y Modi en la India. Lo mismo puede decirse de Bolsonaro. La autoestima de la base social es el único servicio político serio. Los eslóganes que invocan la autoestima y la grandeza deben reciclarse. "Make America Great Again" fue utilizado antes por Ronald Reagan. Las consignas de las dictaduras también se pueden reciclar, sobre todo porque con el tiempo estas se fueron legitimando. El reciclaje puede ser integral ("Brasil: ámalo o déjalo") o modificarse (en lugar de "Angola es nuestra", "Portugal es nuestro").

5. La realidad no existe. El líder muestra control de los hechos principalmente (1) cuando detiene la realidad supuestamente adversa, o (2) cuando, al no poder detenerla, le quita todo su dramatismo. Trump mostró el camino: detiénese la pandemia si de deja de hablar de ella, y para dejar de ser grave, basta dejar de hacer pruebas intensivas. Tener miedo a la pandemia es un signo de debilidad. Trump quiso salir del hospital con la camiseta de Superman; según Bolsonaro, tener miedo a la pandemia es cosa "de maricas". A su vez, la pandemia se devalúa comparándola con las pandemias que generó el sistema (desempleo, pérdida de soberanía, falta de acceso a los servicios de salud, etc.) o, en versión tropical, apelando a la fatalidad de la muerte (Bolsonaro: “algún día moriremos todos”). Como para el fascismo la mentira es tan verdadera como la verdad, cuanto más dramático sea el contraste de la invención con la realidad, tanto mejor. Ejemplos de verdades "irrelevantes": la administración Trump aumentó en lugar de reducir las desigualdades sociales; durante la pandemia, la riqueza de los multimillonarios aumentó en 637 mil millones; en los últimos meses, 40 millones de estadounidenses perdieron sus trabajos; 250.000 murieron con Covid-19, la tasa de mortalidad más alta del mundo; la hambruna en las familias se triplicó desde el año pasado y el aumento de niños desnutridos fue del 14%; se ha levantado la moratoria sobre los desalojos y millones pueden ser lanzados a la calle. Todo lo que no se puede negar es natural o humanamente incontrolable. El altísimo número de muertes en Brasil es obra del destino y lo mismo ocurre con los incendios en la Amazonía, ya que, por definición oficial, los incendios son incontrolables y nadie es responsable de ellos.

6. El resentimiento es el recurso político más preciado. Gobernar contra el sistema es imposible, dado que parte del propio sistema es el que financia el fascismo 2.0. Por eso, es fundamental ocultar las verdaderas razones del descontento social y hacer creer a las víctimas del sistema que los verdaderos agresores son otras víctimas. La base organizada quiere ideas simples y juegos de suma-cero, es decir, ecuaciones intuitivas entre quién gana y quién pierde. Por ejemplo, el aumento del desempleo se debe a la entrada de inmigrantes, aunque sea mínima y realmente irrelevante; hay que hacer creer al trabajador blanco empobrecido que su agresor es el trabajador negro o latino aún más empobrecido que él; la crisis de la educación y de los valores se debe a la astucia de los pobrecillos que, gracias a los “empresarios de los derechos humanos”, tienen más derechos, sean mujeres, homosexuales, gitanos, negros, indígenas. No faltan chivos expiatorios; solo es necesario saber cómo elegirlos. Ésta es la habilidad máxima del líder fascista. La política del resentimiento requiere, además de chivos expiatorios, teorías de la conspiración, demonización de los oponentes, ataque sistemático a los medios de comunicación, a la ciencia y a todo el conocimiento que invoque una pericia especial, la incitación a la violencia y el odio para eliminar argumentos, la auto-glorificación del líder como único defensor confiable de las víctimas.

7. La política tradicional es el mejor aliado sin saberlo. Desde el momento en que la alternativa socialista desapareció del escenario político, la política perdió credibilidad como ejercicio de convicciones. Ese momento coincidió con el fortalecimiento del neoliberalismo como nueva versión del capitalismo. Esta versión, una de las más antisociales de la historia del capitalismo, provocó la destrucción o erosión de las políticas de protección social y de las clases medias donde existían, la creciente concentración de la riqueza y la aceleración de la crisis ecológica. Los valores liberales de la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad) fueron perdiendo sentido para la gran mayoría de la población, que se considera abandonada, marginada, sea cual sea el partido en el poder. Con el descrédito de los valores liberales, perdieron sentido las ideologías democráticas asociadas a ellos, como la convivencia pacífica, el respeto a los adversarios políticos, la moderación y contradicción en la argumentación, la rotación del poder, el acomodo y la negociación. Estos valores e ideologías, que siempre han correspondido a la experiencia práctica de solo una pequeña porción de la población, son ahora basura histórica que hay que barrer. El vacío de los valores permite tanto el desprecio por la verdad como la imposición de valores alternativos, como la prioridad de la familia, la jerarquía de razas, el nacionalismo étnico-religioso, el mito de la edad de oro, aunque el pasado haya sido, en realidad, de plomo. Este es el caldo de cultivo para la cultura de la polarización.

8. Polarizar, polarizar siempre. El centrismo político murió y solo la radicalización compensa. En las circunstancias actuales, la polarización siempre refuerza a la derecha y a la extrema derecha. La polarización ya no es entre izquierda y derecha. Es entre el sistema (deep state) y las mayorías desheredadas, entre el 1% y el 99%. Esta polarización fue intentada en los últimos años por la izquierda institucional y extrainstitucional, pero alguna de ellas acabó sometiéndose servilmente a las instituciones. Cuando se rebeló, fue neutralizado. Esto no le puede pasar al fascismo 2.0 porque sencillamente, lejos de estar en contra del 1%, es financiado por él. La polarización contra el 1% es meramente retórica y pretende disfrazar la verdadera polarización, entre la democracia y el fascismo 2.0, para que el fascismo prevalezca democráticamente. La vieja derecha piensa que domestica a la extrema derecha, pero, de hecho, sucederá lo contrario. Un ejemplo portugués: el partido de centro derecha, PSD (Partido Social Demócrata), está dispuesto a asociarse con el partido Chega, de extrema derecha, "si este se modera". Respuesta inmediata del líder de Chega: no es Chega el que se va a moderar, es el PSD el que se va a radicalizar. En este caso, el aprendiz del fascismo 2.0 es el mejor profeta de la época. 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Boaventura de Sousa Santos. Un extraño desencuentro entre las izquierdas portuguesas


 Un extraño desencuentro entre las izquierdas portuguesas

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

        Para quien recientemente publicó un libro titulado Izquierdas del mundo, ¡uníos! (Icaria, 2018), las últimas semanas han sido particularmente desalentadoras sobre la política de izquierdas en Portugal. Pero también muy reveladoras. Me refiero a las negociaciones sobre el Presupuesto de Estado (OE, por sus siglas en portugués) para 2021 entre el Partido Socialista, (PS), partido del Gobierno, pero minoritario, y los dos principales partidos de izquierda, el Bloco de Esquerda [Bloque de Izquierda] (BE) y el Partido Comunista (PCP). Estos tres partidos garantizaron la estabilidad política entre 2016 y 2020 y la recuperación de la esperanza de los portugueses tras la devastación austeritaria de la derecha neoliberal entre 2011 y 2015. Las negociaciones entre el PS y el PCP tuvieron éxito. Pero no ocurrió lo mismo con las negociaciones entre el PS y el BE. Tuve el privilegio de acompañar de cerca las negociaciones entre el BE y el PS. Un análisis superficial del discurso de los portavoces me llevó a creer que probablemente desde el principio ninguna de las partes quería llegar a un acuerdo. Sin  embargo, a medida que se acercaba la conclusión del proceso y analizaba la documentación disponible, comencé a sospechar que la resistencia al acuerdo provenía principalmente de los órganos dirigentes del BE. Por la siguiente razón. El órgano que tomó la decisión es la Mesa Nacional, compuesta por casi 80 personas, que votaron unánimemente en contra de la viabilidad del Presupuesto de Estado cuando las encuestas indicaban que casi el 70% de los votantes del Bloco defendían su viabilidad. ¿Es posible imaginar un divorcio más grande entre los líderes de un partido y su electorado? ¿No es aún más extraño que esto suceda en el partido que defiende la democracia participativa? ¿No hubo en ese cónclave una sola voz y voto que llamara la atención sobre la gravedad de este divorcio, especialmente en el dramático periodo de crisis sanitaria que atraviesa el país? Tal unanimidad, sobre todo en las circunstancias actuales, no puede suscitar sino perplejidad.
        Las condiciones actuales son diferentes de las de 2011 y la posición del BE no significa necesariamente una crisis política, aunque debilita la posición del partido gobernante. Pero no deja de ser frustrante que, una vez más, el BE se una a la derecha para derrotar a un gobierno de izquierda. Sobre todo, un gobierno de izquierda que, en los últimos cuatro años, ha sido mejor que el anterior gobierno del PS, en buena medida debido a la colaboración del BE. Cabe destacar que en 2011 tanto el BE como el PCP votaron contra el presupuesto complementario del partido gobernante, el PS y con eso provocaron la caída del Gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones, ganadas por la derecha neoliberal. Ahora no, el PCP, al contrario del BE, ha decidido colaborar con el Gobierno. Todo indica que el PCP analizó mejor las consecuencias políticas de la votación de 2011. Si la situación de 2011 era diferente a la actual, esto no significa que la responsabilidad política del voto del BE sea menor. En 2011, la crisis era interna al capitalismo (la crisis financiera) y al sistema político europeo. El BE, como partido anticapitalista, podía lavarse fácilmente las manos. Por el contrario, la crisis actual es externa, se debe a la pandemia y está golpeando a todos los países de manera descontrolada.
        Sabemos que las políticas neoliberales de las últimas décadas tuvieron como objetivo incapacitar a los Estados para proteger eficazmente la vida de los ciudadanos. La salud pública, una inversión pública crucial para garantizar el mayor número de años de vida saludable a los ciudadanos, fue transformada en costo o gasto público y, por tanto, blanco de las políticas de austeridad y privatización. Puede afirmarse que el Sistema Nacional de Salud (SNS) estaba mejor preparado hace diez o veinte años para proteger la salud de los ciudadanos que ahora. Aun así, y considerando todo esto, no cabe duda de que, dada la magnitud de la pandemia actual, ningún gobierno podría estar adecuadamente preparado para enfrentar el grado de emergencia de salud pública que esta representa. Este es el hecho político más decisivo de la coyuntura y solo por ceguera política no podría haberse tenido en cuenta. Trágicamente, esto fue lo que sucedió. De manera coincidente, el desacuerdo entre los dos mayores partidos de izquierda se consumó el mismo día que, en la vecina España, el gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos presentaba una propuesta conjunta y con una lógica presupuestaria similar a la portuguesa, aunque más valiente. Entre líneas se puede leer cómo se arreglaron las diferencias para frenar el paso de la derecha y no irritar demasiado a los países del norte de Europa. ¿Qué faltó en  Portugal para que pasara lo mismo?
        Señalado esto, dígase en beneficio de la verdad que las exigencias del BE son justas y buscan proteger más eficazmente la salud de los portugueses y garantizarles una protección más sólida del empleo y de los ingresos de los portugueses que más lo necesitan. Así como el PS se enorgullece de haber contado entre sus dirigentes con un visionario consecuente del SNS, el recordado Antonio Arnaut; el BE está orgulloso de lo mismo, en la persona del recordado João Semedo, no menos visionario y consecuente. No se puede cuestionar que ambos partidos defienden el SNS, pero el BE entiende, y bien, que para defender el SNS a largo plazo son necesarios cambios estructurales, que tienen que ver no solo con remuneraciones y número de profesionales, sino también con carreras y dedicación exclusiva. Por increíble que parezca a los portugueses después de tanta agria discusión, el PS piensa lo mismo, como está en su programa, solo que entendió, con razón, que, en este momento, los cambios estructurales provocarían un ruido político incompatible con la necesidad de concentrar la gobernanza en hacer frente a la pandemia. Ambos partidos saben que el Colegio de Médicos está hoy en manos de fuerzas políticas conservadoras vinculadas a los intereses de la salud privada y ha sido en esta crisis la oposición más insidiosa al gobierno. Para estos médicos (afortunadamente no para todos), la prioridad es la economía de la salud, no la salud pública. Siendo todo esto evidente, ¿no sería fácil un entendimiento si existiera, por ambas partes, voluntad de negociar?
        El BE tiene razón igualmente en temas laborales, especialmente en la reversión de la precarización del trabajo que se produjo con el gobierno del Partido Social Demócrata-Partido del Centro Democrático Social (PSD-CDS) a partir de 2011. Aquí también el PS no está lejos del BE, como lo manifestó en ese sentido en el pasado. Pero aquí también la resistencia del PS tuvo una justificación que debe ser entendida, aunque no se considere convincente. Los cambios podrían llevar a los países del norte de Europa, llamados “frugales”, a dificultar la aprobación del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PRR) para 2021/2026, como estos países tuvieron el cuidado de advertir. Se trata de un plan ambicioso con una gran parte de financiacion a fondo perdido. Aquí el PS tenía la obligación de leer mejor la situación y ver que existe una UE post-Brexit relativamente diferente a la anterior, aunque no siempre por buenas razones. Había condiciones para arriesgar más, liberarse de la tutela y no ser rehén de las próximas elecciones de marzo en Holanda. Pero siendo cierto que quien ganó las elecciones fue el PS y no el BE, se hubiera podido encontrar acomodo, por ejemplo programando los cambios para una fecha concreta posterior. 
        Finalmente, el BE tiene razón también sobre el tema del Novo Banco. El "negocio" con el fondo buitre que se apoderó de un importante banco no es solo un robo que para ser "legal" tiene que ser total (extorsionar hasta el último centavo), sino que es un atentado a la autoestima de un país europeo puesto en la condición de república bananera. Aquí, sí, había una incompatibilidad, y la única forma de superarla sería sacar al Novo Banco del OE. No era imposible pero, de nuevo, presuponía una voluntad recíproca de pactar, además de un poco de sabiduría popular: se van los anillos, queden los dedos, siendo los dedos en este caso la estabilidad política en tiempos de extrema emergencia sanitaria.
        Se ha perdido una oportunidad política que difícilmente se repetirá con estos dirigentes. La falta de visión política puede haber puesto en tela de juicio lo que más se quería defender: la estabilidad que posibilitaría una lucha eficaz y consensuada contra la pandemia y frenase tanto el avance de la derecha como las facciones más dogmáticas de los dos partidos, que siempre estuvieron en contra de  entendimientos interpartidarios. Sobre todo, el desacuerdo concedió en diez años una segunda oportunidad de oro a la derecha (y ahora también a la extrema derecha) para, sin gran esfuerzo ni mérito, volver al poder y producir retroceso. 

martes, 20 de octubre de 2020

Boaventura de Sousa Santos. El Negacionismo, el Gatopardismo y El Transicionismo

El Negacionismo, el Gatopardismo y El Transicionismo  

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Bryan Vargas Reyes

La pandemia del nuevo coronavirus ha puesto en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en los últimos cuarenta años, especialmente en el llamado Norte global. Las principales certezas fueron: el triunfo final del capitalismo sobre su gran competidor histórico, el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida no sólo económica sino también social, con la consiguiente privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado en la regulación de la vida colectiva; la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización (precariedad) de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico. En general, estas certezas constituían el orden neoliberal. Este orden se nutrió del desorden en la vida de las personas, especialmente aquellos que llegaron a la edad adulta durante estas décadas. 

Vale la pena recordar que la generación de jóvenes que entraron en el mercado laboral en la primera década de 2000 ya ha experimentado dos crisis económicas, la crisis financiera de 2008 y la actual crisis derivada de la pandemia. Pero la pandemia significó mucho más que eso. Demostró, en particular, que: es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos; que la globalización puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales; que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por no tener ninguna fuente de ingresos o protección social cuando termina el empleo, una experiencia que el Sur global conoce desde hace mucho tiempo; que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China).

No es de extrañar que los analistas financieros al servicio de aquellos que crearon el orden neoliberal ahora predigan que estamos entrando en una nueva era, la era del desorden. Es comprensible que así sea, ya que no saben imaginar nada fuera del catecismo neoliberal. El diagnóstico que hacen es muy lúcido y las preocupaciones que revelan son reales. Veamos algunos de sus rasgos principales. Los salarios de los trabajadores en el Norte global se han estancado en los últimos treinta años y las desigualdades sociales no han dejado de aumentar. La pandemia ha agravado la situación y es muy probable que dé lugar a un gran malestar social. En este período, hubo, de hecho, una lucha de clases de los ricos contra los pobres, y la resistencia de los hasta ahora derrotados puede surgir en cualquier momento. Los imperios en las etapas finales de la decadencia tienden a elegir figuras de caricatura, ya sea Boris Johnson en Inglaterra o Donald Trump en los Estados Unidos, que sólo aceleran el final. La deuda externa de muchos países como resultado de la pandemia será impagable e insostenible y los mercados financieros no parecen ser conscientes de ello. Lo mismo sucederá con el endeudamiento de las familias, especialmente de la clase media, ya que este fue el único recurso que tuvieron para mantener un cierto nivel de vida. Algunos países han optado por la vía fácil del turismo internacional (hoteles y restaurantes), una actividad por excelencia presencial que sufrirá de incertidumbre permanente. China aceleró su trayectoria para volver a ser la primera economía del mundo, como lo fue durante siglos hasta principios del siglo XIX. La segunda ola de globalización capitalista (1980-2020) ha llegado a su fin y no se sabe lo que viene después. La era de la privatización de las políticas sociales (a saber, la medicina) con amplias perspectivas de lucro parece haber llegado a su fin.

Estos diagnósticos, a veces esclarecedores, implican que entraremos en un período de opciones más decisivas y menos cómodas que las que han prevalecido en las últimas décadas. Anticipo tres caminos principales.

Designo el primero como el negacionismo. No comparte el carácter dramático de la evaluación expuesta anteriormente. No ve ninguna amenaza para el capitalismo en la crisis actual. Por el contrario, cree que se ha fortalecido con la crisis actual. Después de todo, el número de multimillonarios no ha dejado de aumentar durante la pandemia y, además, ha habido sectores que han visto aumentar sus beneficios como resultado de la pandemia (véase el caso de Amazon o tecnologías de la comunicación, zoom, por ejemplo). Se reconoce que la crisis social va a empeorar; para contenerla, el Estado sólo tiene que fortalecer su sistema de "ley y orden", fortalecer su capacidad para reprimir las protestas sociales que ya han comenzado a suceder, y eso sin duda aumentará, ampliando el cuerpo de policía, readaptando al ejército para actuar contra los "enemigos internos", intensificando el sistema de vigilancia digital, ampliando el sistema penitenciario. En este escenario, el neoliberalismo seguirá dominando la economía y la sociedad. Se admite que será un neoliberalismo modificado genéticamente para poder defenderse del virus chino. Entiéndase, un neoliberalismo en tiempo de intensificación de la guerra fría con China y por lo tanto combinado con algún tribalismo nacionalista. 

La segunda opción es la que más se corresponde con los intereses de los sectores que reconocen que se necesitan reformas para que el sistema pueda seguir funcionando, es decir, para que se pueda seguir garantizando el retorno del capital. Designo esta opción por el gatopardismo, en referencia a la novela Il Gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1958): es necesario que existan cambios para que todo siga igual, para que lo esencial esté garantizado. Por ejemplo, el sector de la salud pública debería ampliarse y reducir las desigualdades sociales, pero no se piensa en cambiar el sistema productivo o el sistema financiero, la explotación de los recursos naturales, la destrucción de la naturaleza o los modelos de consumo. Esta posición reconoce implícitamente que el negacionismo puede llegar a dominar y teme que, a largo plazo, esto conduzca a la inviabilidad del gatopardismo. La legitimidad del gatopardismo se basa en una convivencia que se ha establecido en los últimos cuarenta años entre el capitalismo y la democracia, una democracia de baja intensidad y bien domesticada para no poner en cuestión el modelo económico y social, pero que aún garantiza algunos derechos humanos que dificultan la negación radical del sistema y la insurgencia anti-sistémica. Sin la válvula de seguridad de las reformas, acabará la mínima paz social y, sin ella, la represión será inevitable.

Sin embargo, hay una tercera posición que designo como transicionismo. Por el momento, que habita en la angustiosa inconformidad que surge en múltiples lugares: en el activismo ecológico de la juventud urbana, en todo el mundo; en la indignación y resistencia de los campesinos, pueblos indígenas y afrodescendientes y pueblos de los bosques y regiones ribereñas ante la impune invasión de sus territorios y el abandono del Estado en tiempos de pandemia; en la reivindicación de la importancia de las tareas de cuidado a cargo de las mujeres, a veces en el anonimato de las familias, ahora en las luchas de los movimientos populares, ahora frente a gobiernos y políticas de salud en varios países; en un nuevo activismo rebelde de artistas plásticos, poetas, grupos de teatro, raperos, sobre todo en las periferias de las grandes ciudades, un vasto grupo que podemos llamar artivismo. Esta es la posición que ve en la pandemia la señal de que el modelo civilizado que ha dominado el mundo desde el siglo XVI ha llegado a su fin y que es necesario iniciar una transición a otro u otros modelos civilizadores. El modelo actual se basa en la explotación ilimitada de la naturaleza y de los seres humanos, en la idea de un crecimiento económico infinito, en la prioridad del individualismo y la propiedad privada, y en el secularismo. Este modelo permitió impresionantes avances tecnológicos, pero concentró los beneficios en algunos grupos sociales al tiempo que causó y legitimó la exclusión de otros grupos sociales, de hecho mayoritarios, a través de tres modos principales de dominación: explotación de los trabajadores (capitalismo), legitimación del racismo de masacres y saqueos de razas consideradas inferiores y la apropiación de sus recursos y conocimientos (colonialismo) y el sexismo legitimando la devaluación del trabajo de cuidado de las mujeres y la violencia sistémica contra ellas en los espacios domésticos y públicos (patriarcado).

La pandemia, al mismo tiempo que empeoró estas desigualdades y discriminaciones, ha hecho más evidente que, si no cambiamos el modelo civilizatorio, nuevas pandemias seguirán plagando a la humanidad y el daño que causarán a la vida humana y no humana será impredecible. Dado que no se puede cambiar de un día a otro el modelo civilizatorio, se debe empezar a diseñar directivas de transición. De ahí la designación de transicionismo.

En mi opinión, el transicionismo, a pesar de ser una posición por ahora minoritaria, es la posición que me parece llevar más futuro y menos desgracia para la vida humana y no humana del planeta. Por lo tanto, merece más atención. Partiendo de ella, podemos anticipar que entraremos en una era de transición paradigmática hecha de varias transiciones. Las transiciones se producen cuando un modo dominante de vida individual y colectiva, creado por un determinado sistema económico, social, político y cultural, comienza a revelar crecientes dificultades para reproducirse al mismo tiempo que, dentro de ella, comienzan a germinar cada vez menos marginalmente, los signos y prácticas que apuntan a otras formas de vida cualitativamente diferentes. La idea de la transición es una idea intensamente política porque presupone la existencia alternativa entre dos horizontes posibles, uno distópico y otro utópico. Desde el punto de vista de la transición, no hacer nada, que es característico del negacionismo, implica de hecho una transición, pero una transición regresiva hacia un futuro irreparablemente distópico, un futuro en el que todos los males o disfunciones del presente se intensificarán y multiplicarán, un futuro sin futuro, ya que la vida humana se volverá inviable, como ya lo es para muchas personas en nuestro mundo. 

Por el contrario, la transición apunta a un horizonte utópico. Y dado que la utopía por definición nunca se logra, la transición es potencialmente infinita, pero no menos urgente. Si no empezamos ahora, mañana puede ser demasiado tarde, como nos advierten los científicos del cambio climático y el calentamiento global, o los campesinos quienes están sufriendo los efectos dramáticos de los fenómenos meteorológicos extremos. La característica principal de las transiciones es que nunca se sabe con certeza cuando comienzan y cuando terminan. Es muy posible que nuestro tiempo sea evaluado en el futuro de una manera diferente a la que defendemos hoy. Incluso puede llegar a considerar que la transición ya ha comenzado, pero sufre bloqueos constantes. La otra característica de las transiciones es que no es muy visible para quienes la viven. Esta relativa invisibilidad es el otro lado de la semi-ceguera con la que tenemos que vivir el tiempo de transición. Es un tiempo de prueba y error, de avances y contratiempos, de cambios persistentes y efímeros, de modas y obsolescencias, de salidas disfrazadas de llegadas y viceversa. La transición sólo se identifica completamente después de que haya ocurrido.

El negacionismo, el gatopardismo y el transicionismo se enfrentarán en un futuro próximo, y la confrontación probablemente será menos pacífica y democrática de lo que nos gustaría. Una cosa es cierta, el tiempo de las grandes transiciones ha sido inscrito en la piel de nuestro tiempo y es muy posible que contradiga el verso de Dante. Dante escribió que la flecha que se ve venir viene más lentamente (che saetta previsa viene più lenta). Estamos viendo la flecha de la catástrofe ecológica viniendo hacia nosotros. Viene tan rápido que a veces se siente como si ya estuviera clavada en nosotros. Si es posible eliminarla, no será sin dolor.


miércoles, 7 de octubre de 2020

Europa, Estados Unidos y China_Boaventura de Sousa Santos

 

Europa, Estados Unidos y China

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Bryan Vargas Reyes

Las declaraciones del embajador estadounidense en entrevista con el diario Expresso del 26 de septiembre ofenden a los portugueses y violan los códigos diplomáticos. Amenazó que los Estados Unidos dejarían de considerar a Portugal como un aliado en cuestiones no solamente económicas sino también de seguridad si Portugal adoptara (así sea parcialmente) la tecnología 5G de Huawei. Sabemos que este es el estilo agresivo de injerencia en los asuntos internos de los países vasallos o "repúblicas bananeras". Las declaraciones del embajador, sin embargo, tienen un tiempo y un contexto precisos.

Como el objetivo geoestratégico de Estados Unidos es debilitar o desmantelar la UE (comenzó con el Brexit) para obligar más fácilmente a los países europeos a alinearse en la nueva guerra fría -la guerra contra China-Portugal es el objetivo exacto, no sólo porque se considera uno de los eslabones débiles de la UE, sino también porque presidirá la UE en los próximos meses. Las autoridades portuguesas han reaccionado de la única manera posible, pero las grandes decisiones son de la UE. ¿Qué decisión tienen  que tomar? Europa se enfrenta a una bifurcación decisiva: o se fragmenta o profundiza su integración. El análisis que propongo se basa en la idea de que la integración es mejor que la fragmentación,  suponiendo que sólo es posible profundizar la integración respetando la autonomía de cada país y  democratizando las relaciones entre ellos. 

No viene al caso mirar aquí toda la larga tradición histórica que conecta Europa (especialmente el Mediterráneo) con China e India, miembros del mismo supercontinente, Eurasia, donde surgió la Edad de Bronce y dio lugar a la primera revolución urbana, unos tres mil años antes de nuestra era. Es  suficiente recordar que durante muchos años ha habido comercio y tecnología en esta región y que, si en ciertos períodos prevaleció Occidente, en otros prevaleció Oriente. Esta alternancia pareció romperse a partir del siglo XV con el péndulo apuntando a la región europea. Con la expansión bloqueada por tierra por el Imperio Otomano, Europa se convirtió en el lugar de nacimiento de los imperios transatlánticos que tuvieron sucesivamente como protagonistas a Portugal, España, Holanda, Francia e Inglaterra. Un argo período que terminó en 1945 (en el caso de las colonias de Portugal, en 1975). Desde entonces, el único imperio digno del nombre ha sido el de los EE. UU. Hace unos años se ha hablado del declive de este imperio y del surgimiento del imperio chino, aunque sea discutible si China ya es (de nuevo) un imperio. Durante varios años, estudios de los servicios de inteligencia de los EE. UU (CIA) han previsto que China en 2030 será la primera economía del mundo.

Todo nos lleva a creer que nos enfrentamos a un imperio descendiente y a un imperio ascendente. La pandemia ha llegado a dar una nueva intensidad a los signos que apuntan a esto. Entre ellos señalo los siguientes.

En primer lugar, China fue una de las principales economías del mundo durante varios siglos hasta el comienzo del siglo XIX. Representaba entonces del 20% al 30% de la economía mundial. Desde entonces, su declive comenzó y en 1960 China representó sólo el 4% de la economía mundial. A partir de la década de 1970 China comenzó a resurgir, y hoy representa el 16%. La pandemia ha hecho aún más evidente que China es la fábrica del mundo. Mientras Donald Trump vocifera contra el “virus chino”, el personal médico y de enfermería está esperando ansiosamente la llegada del nuevo suministro de material de protección personal de China. Los estudios de dos grandes bancos alemanes, el Commerzbank y el Deutsche Bank muestran que China recuperará las pérdidas del PIB causadas por la pandemia a finales de este año, mientras que Europa y Estados Unidos seguirán enfrentando una severa recesión. El peso del consumo interno de China en el PIB es ahora del 57,8 por ciento (en 2008 fue del 35,3 por ciento), es decir, un peso cercano al de los países más desarrollados. Se ha escapado de los medios occidentales que, ante la intensificación de la guerra fría por parte de los Estados Unidos, China propone adoptar una política de mayor autosuficiencia o autonomía que le permita seguir exportando al mundo sin depender tanto de las importaciones de alta tecnología. Entre los países europeos, Alemania puede ser una de las más afectadas, junto con Japón y Corea del Sur.

La imagen que nos llega de los Estados Unidos es casi lo contrario de todo esto. El extraordinario  dinamismo de los Estados Unidos a finales de la década de 1940 y en las dos décadas siguientes ha desaparecido hace mucho tiempo. Históricamente inclinado a considerar la guerra como un medio para resolver conflictos, Estados Unidos ha estado gastando en aventuras militares la riqueza que se podría invertir en el país. Desde 2001, el gasto militar ha ascendido a 6 trillones de dólares. Recientemente, el expresidente Jimmy Carter lamentó que en 242 años de existencia Estados Unidos sólo había estado en paz durante 16 años. Por el contrario, desde la década de 1970 China no ha estado en guerra con ningún país (aunque haya tensiones regionales), y se estima que hoy en día produce tanto cemento en tres años como Estados Unidos a lo largo del siglo XX. Mientras China construye una gran clase media, Estados Unidos la destruye. Los tres estadounidenses más ricos tienen tanta riqueza como los 160 millones de estadounidenses más 3pobres. En el ranking de libertad de prensa del World Press Índex, Estados Unidos ha estado cayendo y ahora ocupa el puesto 45 (varios países europeos están en la cima de la tabla, Portugal ocupa el décimo lugar y China el puesto número 177). La conducta política de Donald Trump es lo opuesto a todo lo que hemos aprendido de positivo de los Estados Unidos y ahora corre el riesgo de poner al país al borde de una guerra civil. Pero, por peligroso y caricaturado que sea, Trump no es la causa del declive de Estados Unidos, es más bien un producto de esto. Europa (especialmente la que tiene la mejor tasa de desarrollo humano) se ha beneficiado de la apertura de China al comercio internacional y de las relaciones pacíficas que se han establecido desde entonces entre Estados Unidos y China. Estos hechos han eximido a la UE de tener una verdadera política exterior. Todo indica que este período ha llegado a su fin y que Europa se verá obligada a elegir. Europa, históricamente muy violenta, tanto internamente como mundialmente, no tiene velas imperiales hoy en día y parece querer preservar un patrimonio creíble de defensa de los valores democráticos, la convivencia pacífica y los derechos humanos. Los imperios siempre son malos para las regiones que están sujetas a ellos. Se puede decir que las regiones que no pueden disputar el poder imperial ganan más al aliarse a un imperio ascendente que a un imperio descendiente. Pero, por otro lado, nada nos garantiza que el imperio chino sea mejor  para los europeos que el imperio americano. La única manera de preservar los valores de la democracia, la convivencia pacífica y los derechos humanos parece ser mantener una autonomía relativa hacia ambos. Sólo esta relativa autonomía permitirá a Europa profundizar su integración discutiendo los términos de su inserción en la nueva era, que parece ser menos una nueva era de globalización que una era de muros tecnológicos (y muchos otros muros no menos peligrosos). Esto significa que ningún país europeo debe ser chantajeado. La experiencia internacional de la última década nos dice que China acepta la idea de una autonomía relativa y que, cuando es necesario, sabe retirar sus ánimos expansivos. Por el contrario, las presiones muy poco diplomáticas en curso son una advertencia de que los Estados Unidos no aceptan la idea de autonomía relativa. Si Europa no sabe resistirse/resistir, estará iniciando un doloroso viaje hacia su fragmentación. 

sábado, 12 de septiembre de 2020

El Abrazo

        Hace muchos años,en medio de una consulta, una mujer en la desesperación por una pérdida me extendió los brazos para que le diera un abrazo. En ese momento, no recuerdo exactamente qué es lo que dije o hice pero sé perfectamente que no devolví el abrazo. No lo hice porque según lo que yo aprendí de una técnica no estaba permitido que lo hiciera. Debemos frustrar para que surja lo que la filosofia de Freud, Lacan y otros nos dice, la transferencia, sea como sea que se manifieste. Hice una interpretación? No lo recuerdo. Siempre me quedé con algo adentro de ese momento, y no era algo que me hiciera sentir bien.

Pensaba esto mismo hace alrededor de dos meses cuando recibí una llamada de esa misma persona para retomar algo que no había terminado de procesarse. Con la pandemia y la cercanía familiar se renovaron viejas neurosis y era necesario para ella retomar. Hoy en medio de la consulta surjió el recuerdo de ese momento, que no solo yo tenía muy presente.  Hoy devolví el abrazo, no fisicamente porque no fue necesario, fue suficiente retomar ese recuerdo, fue revelador según sus propias palabras, y ambos nos liberamos de algo.

viernes, 10 de julio de 2020

La universidad pospandémica - Boaventura de Sousa Santos





La universidad pospandémica
Boaventura de Sousa Santos
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Para entender lo que podría pasar con la universidad es necesario recordar los principales ataques de los que la moderna universidad pública (UP) fue objeto  antes de la pandemia. Hubo dos ataques globales. Provinieron de dos fuerzas que se pueden sintetizar en dos conceptos: capitalismo  universitario y ultraderecha ideológica.
El primer ataque se intensificó en los últimos cuarenta años con la consolidación del neoliberalismo como lógica dominante del capitalismo global. La universidad pasó a concebirse como un área de inversión potencialmente lucrativa. Comenzó entonces un proceso polifacético que incluía, entre otras, las siguientes medidas: permitir y promover la creación de universidades privadas y permitirles el acceso a fondos públicos; invocar la crisis financiera del Estado para infrafinanciar las UP; devaluar los salarios del personal docente y flexibilizar su vínculo laboral con la UP para permitirles dar clases en universidades privadas, promoviendo así una transferencia de la inversión pública en la formación de profesorado al sector privado; establecer el pago de tasas de matriculación cuando antes la educación era gratuita e impulsar a las UP a obtener sus propios ingresos; introducir la lógica mercantil en la gestión de las UP, lo que se hizo en diferentes fases: las UP deben ser más relevantes para la sociedad, sobre todo mediante la formación de personal cualificado para el mercado; la condición de profesor e investigador debe flexibilizarse (es decir, precarizarse), siguiendo la lógica global del mercado laboral; los estudiantes deben concebirse como consumidores de un servicio y los profesores deben estar sujetos a criterios globales de productividad; las UP deben administrarse como una empresa más; las UP deben integrar sistemas de ranking global para medir "objetivamente" el valor mercantil de los servicios 1universitarios. En Europa, a pesar de toda la retórica en sentido contrario, el objetivo principal del proceso de Bolonia fue consolidar a nivel europeo el modelo de universidad neoliberal. En el caso portugués, este proceso implicó el fin de la elección democrática de los rectores.
Las razones más profundas del ataque del neoliberalismo a las UP residen en que estas tradicionalmente habían sido las formuladoras de proyectos nacionales, proyectos sin duda elitistas y a veces muy excluyentes (racistas, colonialistas, sexistas), pero que buscaban dar consistencia a la economía capitalista nacional y a la sociedad en la que se asentaba. Resulta que para el neoliberalismo la idea de proyecto nacional, tal y como la idea del capitalismo nacional, era un anatema. El objetivo era la globalización de las relaciones económicas en términos de libre  circulación de capitales, bienes y servicios (no de trabajadores). Como resultado, antes de la  pandemia las UP ya estaban muy desfiguradas, sin ninguna visión de misión social, lidiando con  crisis financieras crónicas. En general, los rectores reflejaron este panorama, convertidos en gestores de crisis financieras, incapaces de poner en práctica ideas innovadoras incluso si las tuviesen,  situación que se hizo rara, sobre todo después de que dejaron de ser electos por la comunidad  universitaria.
El segundo ataque, más reciente, vino de la derecha ideológicamente ultraliberal, que tiene una  ideología extremadamente conservadora, cuando no reaccionaria, a veces formulada en términos  religiosos. Esta derecha está apoyada socialmente por grupos radicales, de extrema derecha, de tipo neonazi o proselitistas religiosos. Esta ultraderecha ha llegado al gobierno en diferentes países, desde Hungría a Turquía, desde Brasil a la India, desde Polonia a Estados Unidos. Sin embargo, en algunos países, como Estados Unidos, hace mucho que venía influyendo en la política universitaria, a escala de los estados de la Federación y desde las estructuras de gobierno de las UP. Este ataque, a pesar de
ser altamente ideológico, se presentó como antiideológico y se formuló de dos maneras principales. La primera fue que todo pensamiento crítico, libre e independiente busca subvertir las instituciones y desestabilizar el orden social. La 2UP es el nido donde se crían los izquierdistas y se propaga el marxismo cultural", una expresión utilizada por el nazismo para demonizar a los intelectuales de izquierda, muchos de los cuales eran judíos. La segunda ha sido particularmente dominante en la  India y considera como ideología todo lo que no coincide con la comprensión política conservadora  del hinduismo político. Tanto la Ilustración eurocéntrica como el Islam se consideran peligrosamente  subversivos. En otros contextos, es el islam político el que desempeña el papel de guardián deológico  contra las ideologías.
Ambos ataques, aunque diferentes en la formulación y en su base de sustentación, convergen en el  mismo objetivo: evitar que la UP continúe produciendo conocimiento crítico, libre, plural e independiente. Muchas de lascríticas antiideológicas utilizaron la crisis financiera de las UP para  reducir la educación a las materias básicas, supuestamente libres de ideología y más útiles para el mercado laboral. Muchas de las llamadas materias ideológicas se impartieron en cursos opcionales, en departamentos de literatura y de filosofía o en departamentos recién creados. El ataque consistió en eliminar las opciones y cerrar estos departamentos por supuestas razones financieras.
Durante la pandemia, estos ataques se atenuaron y las UP centraron sus prioridades en adaptarse a los cambios causados por la pandemia. Muchas vieron aumentar su visibilidad pública gracias al  protagonismo de los científicos que investigan en áreas relevantes para el COVID-19. El periodo que seguirá no será un tiempo libre de pandemia y con la UP volviendo rápidamente a su normalidad.
Va a ser un periodo de pandemia intermitente. Para proyectar lo que está en juego en el próximo periodo, deben responderse varias preguntas.
¿Cómo se comportó la universidad durante la pandemia? Es muy difícil generalizar, pero se puede decir que el centralismo se ha profundizado y la lógica burocrática que domina las relaciones intrauniversitarias en la actualidad no cambió un milímetro; se tuvo muy poco cuidado con los estudiantes más allá de breves momentos en línea o lidiando con las exclusiones que causó la supuesta ciudadanía digital; los maestros que dedicaron más tiempo a los estudiantes lo  hicieron por iniciativa propia y espíritu de misión; la situación de los docentes fue totalmente descuidada,  enfrentando cambios en la vida familiar, utilizando tecnologías de enseñanza con las que la mayoría estaban poco familiarizados, con una inmensa carga burocrática, con el deseo de innovar, casi por necesidad frente a los desafíos de la pandemia, pero bloqueados por el muro burocrático.
En resumen, la pandemia ha agravado las tendencias de degradación de la universidad que se iban notando durante mucho tiempo. ¿Cómo se posicionará la UP en la disputa de la narrativa? Tan pronto como pase la fase aguda de la pandemia, habrá un conflicto ideológico y político sobre la naturaleza de la crisis y los caminos de futuro. La especificidad de la UP es que debe responder a esta pregunta en dos niveles: a nivel de la sociedad en general y a nivel de la universidad en particular. Se diseñaron tres escenarios: a) todo volverá a la normalidad rápidamente; b) habrá cambios mínimos para que todo permanezca igual; c) la pandemia es la oportunidad de pensar en una alternativa al modelo de
sociedad y de civilización en el que hemos vivido, basada en una explotación sin precedentes de los recursos naturales que, junto con la inminente catástrofe ecológica, nos lanzará a un infierno de pandemias recurrentes. ¿Cómo expondrá la UP los escenarios y se posicionará ante ellos?
¿Cómo responderá a los ataques que precedieron a la pandemia? La forma en que la UP interprete la crisis y responda a ella será decisiva para que se posicione ante los dos ataques precedentes: el  neoliberalismo universitario y la ultraderecha ideológica. Creo que la UP solo se defenderá efectivamente contra ellos en la medida en se enfoque en el tercer escenario. No es solo la institución
que mejor puede resolver el tercer escenario y caracterizar el período de transición que implica. Es la única institución que puede hacerlo. Si no lo hace, será devorada por el vértigo neoliberal que ahora se ve reforzado por la orgía tecnológica de zoom, streamyard, webex, webinar, etc. Vendrán los vendedores del primer y del segundo escenarios. Y, para ellos, la UP del futuro es online: grandes ahorros en personal docente, técnico y en instalaciones; forma expedita de acabar con las
materias "ideológicas" y con las protestas universitarias (no hay estatuas en línea); eliminación de procesos deliberativos presenciales disfuncionales. Finalmente, el fin de la crisis financiera. Pero también el fin de la universidad tal como la conocemos.
¿Cómo luchará la UP por su futuro? Como dije, el futuro de la UP está vinculado a la credibilidad del tercer escenario. La estrategia se puede resumir en las siguientes palabras clave: democratizar,  desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar.
Democratizar. La democratización de la UP tiene múltiples dimensiones. La UP debe democratizar la elección de sus rectores y autoridades. Las instituciones no democráticas para elecciones indirectas están históricamente condenadas. Son, en el peor de los casos, guaridas de compadrería y de cooptación y, en el mejor caso, espejismos de irrelevancia. Solo la comunidad universitaria en su conjunto tiene la legitimidad para elegir a los rectores y demás autoridades. La UP debe democratizar sus relaciones con la sociedad. La UP produce conocimiento válido que es tanto más valioso cuanto mejor sabe dialogar con los otros saberes que circulan en la sociedad. Una UP encerrada en sí misma es un instrumento fácil para los poderes económicos y políticos que quieren ponerla a su servicio. La UP tiene que democratizar sus relaciones con los estudiantes, a los cuales una pedagogía atrasada y rancia todavía ve como ignorantes vacíos donde los maestros mantienen el conocimiento lleno. La verdad es que se aprende-con y se enseña-con. Nada es unilateral, todo es recíproco.
Desmercantilizar. Las UP deben comenzar a evaluar a sus profesores de acuerdo con otros criterios de productividad que no excluyan la responsabilidad social de la universidad, especialmente en el campo de la extensión universitaria. No pueden privilegiar las ciencias y la investigación que generan patentes, sino más bien, la ciencia que contribuye al bien común de toda la población y crea ciudadanía. En este dominio, las humanidades, las artes y las ciencias sociales volverán a tener el protagonismo que alguna vez tuvieron. Los estudiantes nacionales y los que provienen de las antiguas colonias no deben pagar las tasas de matrícula. No pueden codiciar a los estudiantes extranjeros en la lógica de 5cacería de matrículas lucrativas. Esta es una estrategia central para la democratización discutida anteriormente y para la descolonización analizada a continuación.
Descolonizar. Las UP europeas y de inspiración eurocéntrica nacieron o prosperaron con el  colonialismo y hoy continúan enseñando y legitimando la historia de los vencedores de la expansión europea. Son cómplices del epistemicidio que acompañó al genocidio colonial. Las estatuas (y mañana los edificios, museos, archivos y colecciones coloniales) son los objetivos equivocados de mucha revuelta justa. Lo importante es que el poder que representan sea deslegitimado y  contextualizado en el aprendizaje universitario. Por eso los planes de estudio tienen que ser descolonizados. No se trata de destruir conocimiento, sino de aumentar conocimiento para que se haga evidente que el conocimiento dominante a menudo es una ignorancia especializada e intencional.
Las UP necesitan urgentemente iniciar políticas de acción afirmativa para una mayor justicia cognitiva y etnorracial, tanto entre los estudiantes como entre los maestros.
Despatriarcalizar. En muchas universidades, las mujeres son la mayoría, pero los lugares de gobierno administrativo y científico siguen dominados por los hombres. Los planes de estudio siguen siendo misóginos y llenos de prejuicios sexistas. ¿Dónde están las científicas, las artistas, las escritoras, las luchadoras, las heroínas? Las relaciones entre el personal docente, técnico y estudiantil tampoco
están libres de los mismos prejuicios. Estas y muchas otras iniciativas que surgirán de los procesos de democracia universitaria constituyen una pesada agenda de trabajo, pero la alternativa es  escalofriante: sin ellas la universidad no tendrá futuro.

viernes, 12 de junio de 2020

Trabajar Con La Comunidad

No podemos trabajar en una comunidad marginal sino actuamos y dialogamos con las fuerzas vivas que dominan en ese lugar.
No se trata de dar un contenido sino cómo las personas subjetivan ese contenido,  cómo son capaces de producir sentidos subjetivos, que el contenido no sea sólo un sistema de significados que es, realmente, estéril en relación a la vida. Piensen en el amor, todas las configuraciones subjetivas operan como el amor.  El amor es casi un delirio porque nos ocupa la imaginación, nos desdobla en proyectos, estamos metidos de cuerpo y alma pensando, pensando cosas, haciendo cosas, superando en algunas cosas para tener otro nivel de diálogo con la pareja; y eso es la verdadera motivación humana.
Desgraciadamente la Academia está muy lejos de ser la principal motivación de los jóvenes estudiantes hoy. 

jueves, 11 de junio de 2020

Patrones para Completar Figuras

La condición humana es evidentemente cualitativa, multidisciplinaria, subjetiva, recursiva, quiere decir con fuerte capacidad de agencia, y permanentemente procesual.
Una teoría es un desarrollo conceptual que viene de una confusión de factores que provienen y van hacia un contexto sociocultural. 
Siempre es una construcción de conocimiento que proviene de un contexto psicosociocultural. Se supone viene de una necesidad social por lo tanto es construida por una comunidad. 
La finalidad es la de solucionar o seguir desarrollando conceptos, construir conocimiento para conseguir el bienestar temporal correspondiente a la necesidad contextual o histórico contextual. El bienestar necesariamente es temporal porque también corresponde a una realidad socio-histórica en constante transformación. 
Cuando se busca una estabilidad permanente por lo general lo que se obtiene es una situación forzada que va en contra del crecimiento social.
La idea es que el conocimiento que generemos pueda servir recursivamente tanto a nivel científico como a nivel humano perceptivo. No se trata de crear un conocimiento vacío y olvidable sino uno que ayude al crecimiento subjetivo dándole más herramientas a la persona para seguir completando [para completar el conocimiento de la misma manera cómo buscar patrones para completar figuras]. 

lunes, 11 de mayo de 2020

Para Que El futuro Comience



Para que el futuro comience

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

   Salvo algunas excepciones, los gobiernos nacionales se han dedicado exclusivamente a gestionar la crisis pandémica y los resultados varían de un país a otro. Comienzan a discutirse ciertas cuestiones generales. Disfrazamos con gráficos y estadísticas todo nuestro desconocimiento sobre la dinámica
de la pandemia, sobre sus causas próximas y lejanas, sobre la eficacia relativa de las diferentes políticas de contención y mitigación. Confiamos en la ciencia y la ciencia confía en que nuestro comportamiento confirme las  estadísticas. Pero tanto los científicos como nosotros sabemos que los
números están forzosamente viciados. No sabemos el número exacto de infectados (debido a la falta de pruebas) ni de fallecidos (debido a la subnotificación de casos). E incluso dando crédito a los  números, no nos dicen nada sobre los criterios insondables con los que el virus selecciona a sus  víctimas, tantas veces respaldado por las actuales o anteriores políticas estatales. Tres preguntas serán suficientes. ¿A qué clase social pertenece y qué color de piel tiene la mayoría de los que están  muriendo en Brasil? ¿Cuál es el porcentaje de inmigrantes y refugiados entre los fallecidos por el  virus en Suecia? ¿No habían advertido las olas de calor de años anteriores a las autoridades de  Portugal y de otros países europeos que las residencias de ancianos, tal como existen, serían una  peligrosa zona de riesgo? Nos comparamos con los países más cercanos, que a veces presentan  indicadores peores que los nuestros. En Europa, no se nos ocurre compararnos con Vietnam que, con 91 millones de habitantes y con una frontera de 1.281 kilómetros con China, a día de hoy no tiene ningún muerto.

   Actuamos en la sombra y en la oscuridad hay poco espacio para la política, especialmente para la  política democrática. Esta es también la razón por la cual el consenso político se vuelve más fácil, y afortunadamente es así durante la emergencia, pues lo contrario resulta catastrófico. Basta pensar en
los casos trágicos y patéticos de Estados Unidos y Brasil, donde la gestión de la crisis pandémica se ha convertido en la gestión de la crisis política. ¿Pero cuánto durará la emergencia? Por ahora, está claro que lo que llamamos pospandemia es, de hecho, el comienzo de un largo periodo de pandemia intermitente. Un periodo que ni siquiera termina con la distribución generalizada de la vacuna, ya que, si el modelo vigente de desarrollo y consumo continúa, la matriz energética actual (en resumen, el patrón civilizatorio imperante), vendrán otras pandemias, y ciertamente serán más letales. De ser así, ¿tendremos que vivir en un estado de emergencia intermitente o permanente? ¿La protección de la vida será en el futuro incompatible con la democracia? Sabemos de varios Estados asiáticos que han logrado buenos resultados confiando en la disciplina de los ciudadanos. ¿Por qué en Occidente tenemos que imponer multas para que las personas se protejan? ¿Supone esto el fracaso de nuestros sistemas educativos, de una educación centrada en la falacia del individualismo y el espíritu  emprendedor, que no educa para la solidaridad y la cooperación, para los bienes comunes y para todo lo demás que constituye nuestro destino común?

   Decir que durante la pandemia las acciones del Estado se ejercen en la sombra significa que no se conocen todas las consecuencias de las acciones. Evidentemente se conocen algunas, y es a partir de su análisis que podemos comenzar a sospechar cuáles serán los escenarios posteriores a la pandemia.
Los países que decidieron pronto el confinamiento, como Portugal, lo hicieron en general por una cuestión de principios (defensa de la vida) y por una cuestión práctica (evitar el colapso del sistema público de salud). Cuál prevalecerá lo sabremos próximamente. La cuestión es saber si la vida
prevalece siempre sobre la economía o solo durante las pandemias. Durante la pandemia, el Estado ha mostrado una notable autonomía en relación con los mercados, que fueron eclipsados, y con los intereses económicos que, de repente, abrazaron (¿interesadamente?) la idea de la importancia del Estado en la regulación social. ¿Se trata solo de una tendencia fugaz? Veamos las señales. 

   El confinamiento tiene una lógica contracorriente de modo que su duración tiene que ser limitada. Para los países que recurrieron pronto a él, la política comienza con la flexibilización del confinamiento y, con ella, el fin del consenso. Durante el confinamiento, si los números aumentaban era culpa del virus, y si los números disminuían el crédito era del Gobierno. De ahora en adelante, cualquier resultado negativo se atribuirá a las acciones del Gobierno, mientras que cualquier resultado positivo se atribuirá a la disciplina de los ciudadanos. El alcance de la disidencia dependerá de la explotación de resultados negativos por parte de la ultraderecha que en España nunca se desarmó, incluso durante la pandemia. En Portugal, la ultraderecha troikificada no solo existe, sino que de manera intrigante el canal de televisión pública continúa dándole amplio espacio. 

   Con respecto a la relativa autonomía del Estado portugués en el próximo periodo, las señales son  preocupantes. Puede que incluso tengamos que concluir que el consenso entre los órganos de poder público, saludable durante la pandemia, puede llegar a cobrar un alto precio en la pospandemia inmediata. La cuestión fundamental es la de los cambios en el modelo social y económico, cuya urgencia fue expuesta con particular vehemencia durante la pandemia. Habrá cambios en la medida que el Gobierno tenga fuerza para valorar los intereses nuevos o renovados revelados por la pandemia e imponerlos a los viejos intereses de siempre. Algunos ejemplos. Durante la pandemia, se generó un gran consenso sobre la valorización del servicio nacional de salud (SNS). Este consenso se basó no solo en lo que hizo el SNS, sino también en cómo se comportó el sistema privado. Al no poder beneficiarse indebidamente de la crisis, el sistema privado se retiró a una posición que yo clasificaría como parasitaria, esperando que pase la tormenta y que el sistema de salud vuelva a caer en sus manos. Con cierta perplejidad, vemos que esto es exactamente lo que sucederá cuando la Ministra de Salud anuncia el uso del sistema privado para reducir las listas de espera en lugar de tomar medidas urgentes para fortalecer el SNS. En otras palabras, volvemos al pasado, disfrazado como beneficio a corto plazo para los ciudadanos. Por lo tanto, estamos dejando de prepararnos activamente para la próxima pandemia. El regreso de lo viejo también puede estar presente en la forma en que intentamos lidiar con TAP (Transportes Aéreos Portugueses), una intervención del Estado que en el momento de la privatización se hizo (y bien) al borde del abismo, pero que ahora podría corregirse siempre y cuando no se desperdicie la oportunidad.

   Otra señal inquietante es la continuidad de la lógica de los subsidios e incentivos otorgados a las industrias y servicios que alimentan el modelo actual de producción contaminante, de consumo masivo basado en transporte sin condiciones de seguridad sanitaria, energía fósil, agricultura industrial y en inmensos centros comerciales que pronto se considerarán áreas de alto riesgo si, entre tanto, no son redimensionados. Este modelo está estrechamente relacionado con el cambio climático y la inminente catástrofe ecológica que, según el último informe de la Plataforma Intergubernamental
Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), están directamente relacionados con la recurrencia de pandemias En otras palabras, subsidiar el modelo actual de producción y consumo significa subsidiar la aparición de nuevas pandemias. Para no desperdiciar las oportunidades que ha creado la pandemia del coronavirus, sería necesario que el consenso político esté sujeto a la condición que la experiencia reciente nos ha enseñado: si la izquierda hace la política de la derecha, los ciudadanos concluirán, tarde o
temprano, que la derecha lo hace mejor.

miércoles, 22 de abril de 2020

La Cruel Pedagogía Del Virus_Boaventura de Sousa Santos





Boaventura de Sousa Santos

La Cruel Pedagogia Del Virus


CONTENIDO

Capitulo 1
Virus: todo lo que es sólido se desvanece en el aire

Capítulo 2
La trágica transparencia del virus

Capitulo 3
Al Sur De la Cuarentena

Capitulo 4
La intensa pedagogía del virus: las primeras lecciones

Capitulo 5
El futuro puede comenzar hoy



Capitulo 1

Virus: todo lo que es sólido se desvanece en el aire

Existe un debate en las ciencias sociales sobre si la verdad y la calidad de las instituciones en una sociedad dada se conocen mejor en situaciones de normalidad, de funcionamiento corriente, o en situaciones excepcionales, de crisis. Quizás las dos situaciones son igualmente inductoras de conocimiento, pero ciertamente cada una de ellas nos permite conocer o revelar cosas distintas. ¿Qué conocimiento potencial proviene del corona virus?

La normalidad de la excepción. La pandemia actual no es una situación de crisis claramente opuesta a una situación normal. Desde la década de 1980 -a medida que el neoliberalismo se fue imponiendo como la versión dominante del capitalismo y este se fue sujetando más y más a la lógica del sector financiero- el mundo está viviendo en un estado permanente de crisis. Una situación doblemente anómala. Por un lado, la idea de una crisis permanente es un oxímoron, ya que, en un sentido etimológico, la crisis es por naturaleza excepcional y temporal, y constituye la oportunidad de superarse y dar lugar a un mejor estado de cosas. Por otro lado, cuando la crisis es transitoria, debe ser explicada por los factores que la provocan. Pero cuando se vuelve permanente, la crisis se convierte en la causa que explica todo lo demás. Por ejemplo, la crisis financiera permanente se utiliza para explicar los recortes en las políticas sociales (salud, educación, seguridad social) o la degradación salarial. Y así evita que uno se pregunte sobre las causas reales de la crisis. El objetivo de la crisis actual es no ser resuelta. Pero, ¿cuál es el propósito de este objetivo? Básicamente dos: legitimar la escandalosa concentración de riqueza y boicotear medidas efectivas para prevenir la inminente catástrofe ecológica. Así hemos vivido durante los últimos cuarenta años. Por eso, la pandemia apenas agrava una situación de crisis a la que ha sido sometida la población mundial. De ahí su peligro específico. En muchos países, los servicios de salud pública estaban mejor preparados para hacer frente a la pandemia hace diez o veinte años de lo que están hoy.

La elasticidad de lo social. En cada época histórica, las formas dominantes de vivir (trabajo, consumo, ocio, convivencia) y de anticipar o postergar la muerte son relativamente rígidas y parecen derivar de reglas escritas en la piedra de la naturaleza humana. Es cierto que se van alterando paulatinamente, pero los cambios casi siempre pasan desapercibidos. La irrupción de una pandemia no se puede compaginar con ese retraso. Requiere cambios drásticos. Y de repente, se vuelven posibles como si lo hubieran sido siempre. Es posible quedarse en casa y tener tiempo para leer un libro y pasar más tiempo con los niños, consumir menos, prescindir de la adicción de pasar tiempo en centros comerciales mirando lo que está en venta, y olvidar todo lo que se desea, pero que solo puede obtenerse por medios distintos a la compra. La idea conservadora de que no hay alternativa a la forma de vida impuesta por el hipercapitalismo en el que vivimos se desmorona. Se demuestra que no hay alternativas solo porque el sistema político democrático ha sido llevado a dejar de discutir las alternativas. Como fueron expulsadas del sistema político, las alternativas entrarán en la vida de los ciudadanos, cada vez con más frecuencia, a través de la puerta trasera de las crisis pandémicas, los desastres ambientales y los colapsos financieros. Es decir, las alternativas aparecerán de la peor manera posible.

La fragilidad de lo humano. La aparente rigidez de las soluciones sociales crea en las clases que más se benefician de ellas una extraña sensación de seguridad. Es cierto que siempre existe cierta inseguridad, pero existen medios y recursos para minimizarla, ya sea atención médica, pólizas de seguro, servicios de compañías de seguridad, terapia psicológica, gimnasios. Este sentimiento de seguridad se combina con el de la arrogancia e incluso la condena de todos aquellos que se sienten víctimas de las mismas soluciones sociales. El brote viral pulveriza este sentido común y evapora la seguridad de un día para otro. Sabemos que la pandemia no es ciega y tiene objetivos privilegiados, pero aun así crea una conciencia de comunión planetaria, de alguna manera democrática. La etimología del término pandemia dice exactamente eso: toda la gente. La tragedia es que, en este caso, la mejor manera de mostrar solidaridad es aislarse y ni siquiera tocarse. Es una extraña comunión de destinos. ¿No serán posibles otros?

Los fines no justifican los medios. La desaceleración de la actividad económica, especialmente en el país más grande y dinámico del mundo, tiene consecuencias negativas obvias. Pero también tiene algunas consecuencias positivas. Por ejemplo, la disminución de la contaminación del aire. Un especialista en calidad del aire de la agencia espacial de los Estados Unidos (NASA) ha declarado que nunca se ha visto una ruptura tan dramática de la contaminación en un área tan vasta. ¿Significa esto que a principios del siglo XXI, la única forma de evitar la catástrofe ecológica cada vez más inminente es a través de la destrucción masiva de la vida humana? ¿Hemos perdido la imaginación preventiva y la capacidad política para ponerla en práctica?

Es también conocido que para controlar efectivamente la pandemia China accionó métodos de represión y vigilancia particularmente estrictos. Cada vez es más evidente que las medidas han sido efectivas. Pero resulta que China, por muchos méritos que tenga, no tiene el de ser un país democrático. Es muy cuestionable que tales medidas pudiesen accionarse o implementarse de manera igualmente efectiva en un país democrático. ¿Significa esto que la democracia carece de la capacidad política para responder a emergencias? Por el contrario, The Economist mostró a principios de este año que las epidemias tienden a ser menos letales en los países democráticos debido al libre flujo de información. Pero como las democracias son cada vez más vulnerables debido a las fake news, tendremos que imaginar soluciones democráticas basadas en la democracia participativa a nivel de barrios y comunidades y en una educación cívica orientada hacia la solidaridad y la cooperación, y no hacia el emprendimiento y la competitividad a toda costa.

La guerra de la que se hace la paz. La forma en que se construyó inicialmente la narrativa pandémica en los medios de comunicación occidentales hizo evidente el deseo de demonizar a China. Las malas condiciones higiénicas en los mercados chinos y sus extraños hábitos alimenticios (primitivismo insinuado) estaban en el origen del mal. Subliminalmente, el público mundial fue alertado sobre el peligro de que China, ahora la segunda economía mundial, domine al mundo. Si China fue incapaz de prevenir tamaño daño a la salud global y, por otra parte, poder superarlo de manera efectiva, ¿cómo podemos confiar en la tecnología del futuro propuesta por China? ¿Pero el virus nace en China? La verdad es que, según la Organización Mundial de la Salud, el origen del virus aún no se ha determinado. Por lo tanto, es irresponsable que los medios oficiales en los EE. UU. hablen del "virus extranjero" o incluso del "corona virus chino", sobre todo porque solo en países con buenos sistemas de salud pública (EE. UU. no es uno de ellos) es posible hacer pruebas y determinar con precisión los tipos de influenza que han ocurrido en los últimos meses. Lo que sabemos con certeza es que, mucho más allá del corona virus, hay una guerra comercial entre China y los EE. UU. Una guerra sin cuartel que, como todo lleva a creer, tendrá que terminar con un ganador y un perdedor. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, es urgente neutralizar el liderazgo de China en cuatro áreas: la fabricación de teléfonos móviles, telecomunicaciones de quinta generación (inteligencia artificial), automóviles eléctricos y energía renovable.

La sociología de las ausencias. Una pandemia de este tamaño causa conmoción en todo el mundo. Aunque la dramatización esté justificada, es bueno tener en cuenta las sombras que la visibilidad va creando. Por ejemplo, Médicos sin Fronteras advierten sobre la extrema vulnerabilidad al virus por parte de los miles de refugiados e inmigrantes detenidos en campos de internamiento en Grecia. En uno de estos campamentos (Campo de Moria), hay un grifo de agua para 1300 personas y no hay jabón. Los reclusos solo pueden vivir cerca uno del otro. Familias de cinco o seis personas duermen en un espacio de menos de tres metros cuadrados. Eso también es Europa, la Europa invisible. Esas condiciones también prevalecen en la frontera sur de los Estados Unidos, América también es invisible allí. Y las zonas de invisibilidad podrían multiplicarse en muchas otras regiones del mundo, y tal vez incluso aquí, muy cerca de cada uno de nosotros. Tal vez baste abrir la ventana.



Capítulo 2

La trágica transparencia del virus

Los debates culturales, políticos e ideológicos de nuestro tiempo tienen una extraña opacidad que se deriva de su distancia en relación a lo cotidiano vivido por la gran mayoría de la población, los ciudadanos comunes «la gente de a pie», como dicen los latinoamericanos. En particular, la política, que debiera mediar entre las ideologías y las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, ha renunciado a esta función. Si hay un rastro de mediación, es con las necesidades y aspiraciones de los mercados, ese formidable y monstruoso mega ciudadano que nadie ha visto, tocado u olido, un ciudadano extraño que solo tiene derechos y ningún deber. Es como si la luz que proyecta nos cegase. De repente, estalla la pandemia, la luz de los mercados palidece, y de la oscuridad con la que siempre nos amenazan si no nos sometemos al vasallaje, emerge una nueva claridad. La claridad pandémica y las apariciones en las que se materializa. Lo que nos permite ver que el modo cómo se interpreta y evalúa determinará el futuro de la civilización en la que vivimos. Estas apariciones, a diferencia de otras, son reales y están aquí para quedarse.

La pandemia es una alegoría. El sentido literal de la pandemia de corona virus es el miedo caótico generalizado y la muerte sin fronteras causada por un enemigo invisible. Pero expresa mucho más que eso. Estos son algunos de los sentidos que se desprenden. El todopoderoso invisible puede ser infinitamente grande (el dios de las religiones del libro) o infinitamente pequeño (el virus). En tiempos recientes, emergió otro ser todopoderoso invisible, ni grande ni pequeño porque es deforme: el mercado. Al igual que el virus, es insidioso e impredecible en sus mutaciones y, como dios (Santísima Trinidad, encarnaciones), es uno y múltiple. Se expresa en plural pero es singular. A diferencia de dios, los mercados son omnipresentes en este mundo y no en un mundo del más allá, y, al contrario del virus, es una bendición para los poderosos y una maldición para todos los demás (la abrumadora mayoría de los humanos y la totalidad de la vida no humana). A pesar de ser omnipresentes, todos estos seres invisibles tienen espacios de recepción específicos: el virus, en los cuerpos; dios, en los templos; los mercados, en las bolsas de valores. Fuera de estos espacios, el ser humano es un ser sin hogar trascendental.

Sujeto a tantos seres impredecibles y todopoderosos, el ser humano, y toda la vida no humana de la que depende, no pueden dejar de ser sumamente frágiles. Si todos estos seres invisibles permanecen activos, la vida humana pronto (si no ya) será una especie en peligro de extinción. Está sujeta a un orden escatológico y se acerca al final. La intensa teología que se teje alrededor de esta escatología contempla varios niveles de invisibilidad e imprevisibilidad. El dios, el virus y los mercados son las formulaciones del último reino, el más invisible e impredecible, el reino de la gloria celestial o el destino infernal. Solo aquellos que se salvan, los más fuertes (los más santos, los más jóvenes, los más ricos) ascienden a ella. Debajo de ese reino está el reino de las causas. Es el reino de las mediaciones entre lo humano y lo no humano. En este reino, la invisibilidad es menos enrarecida, pero es producida por luces intensas que proyectan sombras densas sobre ella. Este reino consta de tres unicornios. Sobre el unicornio, Leonardo da Vinci escribió: «El unicornio, por su intemperancia e incapacidad para dominarse a sí mismo, y debido al deleite que le proporcionan las doncellas, olvida su ferocidad y salvajismo. Deja de lado la sospecha, se acerca a la doncella sentada y se duerme en su regazo. De esa manera, los cazadores pueden cazarlo". En otras palabras, el unicornio es un todopoderoso feroz y salvaje que, sin embargo, tiene un punto débil, sucumbe a la astucia de cualquiera que sepa cómo identificarlo.

Desde el siglo XVII, los tres unicornios han sido el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Estos son los principales modos de dominación. Para dominar efectivamente, deben ser valientes, feroces e incapaces dominarse, como advierte Da Vinci. A pesar de ser omnipresentes en la vida de los humanos y las sociedades, son invisibles en su esencia y en la articulación esencial entre ellos. La invisibilidad proviene de un sentido común inculcado en los seres humanos por la educación y el adoctrinamiento permanentes. Este sentido común es evidente y contradictorio al mismo tiempo. Todos los seres humanos son iguales (afirma el capitalismo); pero, como existen diferencias naturales entre ellos, la igualdad entre los inferiores no puede coincidir con la igualdad entre los superiores (afirman el colonialismo y el patriarcado). Este sentido común es antiguo y fue debatido por Aristóteles, pero no fue hasta el siglo XVII que entró en la vida de la gente común, primero en Europa y luego en el resto del mundo.

Al contrario de lo que piensa Da Vinci, la ferocidad de estos tres unicornios no se basa solo en la fuerza bruta. También se basa en una astucia que les permite desaparecer cuando todavía están vivos, o parecer débiles cuando permanecen fuertes. La primera astucia se revela en múltiples trucos. Así, el capitalismo parecía haber desaparecido en una parte del mundo con la victoria de la Revolución Rusa. Al final, apenas hibernó dentro de la Unión Soviética y continuó controlando desde afuera (capitalismo financiero, contra insurgencia). Hoy, el capitalismo alcanza su mayor vitalidad dentro de su mayor enemigo, el comunismo, en un país que pronto será la primera economía del mundo, China. A su vez, el colonialismo ocultó su desaparición con la independencia de las colonias europeas, pero, de hecho, continuó siendo metamorfoseado por el neo colonialismo, el imperialismo, la dependencia, el racismo, etc. Finalmente, el patriarcado induce a la idea de estar moribundo, o debilitarse, debido a las importantes victorias de los movimientos feministas en las últimas décadas, pero, de hecho, la violencia doméstica, la discriminación machista y el feminicidio no cesan de aumentan constantemente. La segunda astucia consiste en que el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado aparecen como entidades separadas como que no tuvieran nada que ver entre si. La verdad es que ninguno de estos unicornios separados tiene el poder de dominar. Solo los tres juntos son todos poderosos. Es decir, mientras haya capitalismo, habrá colonialismo y patriarcado.

El tercer reino es el reino de las consecuencias. Es el reino en el que los tres poderes todopoderosos muestran su verdadero rostro. Esta es la capa que la gran mayoría de la población puede ver, aunque con cierta dificultad. Este reino tiene hoy dos paisajes principales donde es más visible y cruel: la concentración escandalosa de riqueza / desigualdad social extrema, y la destrucción de la vida en el planeta / catástrofe ecológica inminente. Es ante estos dos paisajes brutales que los tres seres todopoderosos y sus mediaciones muestran hacia dónde nos llevaran si continuamos considerándolos todopoderosos. ¿Pero son todos poderosos? ¿O no será que su omnipotencia es apenas el espejo de la incapacidad impulsada por los humanos para luchar contra ellos? Esa es la cuestión.

La realidad suelta y la excepcionalidad de la excepción. La pandemia confiere una libertad caótica a la realidad, y cualquier intento de aprisionarla analíticamente está condenado al fracaso, dado que la realidad siempre va por delante de lo que pensamos o sentimos. Teorizar o escribir sobre ella es poner nuestras categorías y nuestro lenguaje al borde del abismo. Como diría André Gide, es concebir la sociedad contemporánea y su cultura dominante en un modo de puesta en escena. Los intelectuales son los que más deberían temer esta situación. Al igual que con los políticos, los intelectuales, en general, también dejaron de mediar entre las ideologías y las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos comunes. Median entre ellos, entre sus pequeñas diferencias ideológicas. Escriben sobre el mundo, pero no con el mundo. Hay pocos intelectuales públicos, y estos tampoco escapan al abismo de estos días. La generación que nació o creció después de la Segunda Guerra Mundial se acostumbró a tener un pensamiento excepcional en tiempos normales. Ante la crisis pandémica, les resulta difícil pensar en la excepción en tiempos excepcionales. El problema es que la práctica caótica y elusiva de los días está más allá de la teorización y requiere ser entendida en un modo de subteorización. En otras palabras, como si la claridad de la pandemia creara tanta transparencia que nos impidiera leer y mucho menos reescribir lo que estábamos grabando en la pantalla o en papel. Dos ejemplos. Tan pronto como estalló la crisis pandémica, Giorgio Agamben se rebeló contra el peligro del surgimiento de un estado de excepción. El Estado, al tomar medidas para controlar y restringir la movilidad con el pretexto de combatir la pandemia, adquiriría poderes excesivos que pondrían en peligro la democracia misma. Esta advertencia tiene sentido y fue presagio en algunos países, especialmente en Hungría. Pero fue escrito en un momento en que los ciudadanos, en estado de pánico, se dieron cuenta de que los servicios nacionales de salud no estaban preparados para combatir la pandemia y exigieron que el Estado tomara medidas efectivas para prevenir la propagación del virus. La reacción no se hizo esperar y Agamben tuvo que dar vuelta atrás. En otras palabras, la excepcionalidad de esta excepción no le permitió pensar que hay excepciones y excepciones y que, en vista de eso, tendremos que distinguir en el futuro no solo entre un estado democrático y un estado de excepción, sino también entre un estado de excepción democrática y un estado de excepción anti democrático. El segundo ejemplo se refiere a Slavoj Žižek, quien al mismo tiempo afirmó que la pandemia demostraba que el "comunismo global" era la única solución futura. La propuesta venía del seguimiento de sus teorías en tiempos normales, pero fue completamente irracional en tiempos de excepción excepcional. Él también tuvo que reconsiderarlo. Por muchas razones, he argumentado que el tiempo para los intelectuales de vanguardia ha terminado. Los intelectuales deben aceptarse a sí mismos como intelectuales de retaguardia, deben estar atentos a las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos comunes y saber cómo comenzar a partir de ellos para teorizar. De lo contrario, los ciudadanos estarán indefensos ante los únicos que saben hablar su idioma y entienden sus preocupaciones. En muchos países, estos son pastores evangélicos conservadores o imanes del Islam radical, apologistas de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal.



Capitulo 3

Al Sur de la cuarentena

Cualquier cuarentena es siempre discriminatoria, más difícil para algunos grupos sociales que para otros e imposible para un gran grupo de cuidadores, cuya misión es hacer posible la cuarentena para toda la población. En este capítulo, sin embargo, analizo a otros grupos para los cuales la cuarentena es particularmente difícil. Estos son los grupos que tienen en común una vulnerabilidad especial que precede a la cuarentena y empeora con ella. Tales grupos forman lo que yo llamo el sur. En mi opinión, el Sur no designa un espacio geográfico. Designa un espacio-tiempo político, social y cultural. Es una metáfora del sufrimiento humano injusto causado por la explotación capitalista, la discriminación racial y la discriminación sexual. Propongo analizar la cuarentena desde la perspectiva de aquellos y los que más han sufrido estas formas de dominación e imaginar, también desde su perspectiva, los cambios sociales que se requieren después de que finalice la cuarentena. Hay muchos colectivos sociales de este tipo. Selecciono algunos.

Las mujeres. La cuarentena será particularmente difícil para las mujeres y, en algunos casos, incluso puede ser peligrosa. Las mujeres son consideradas «las cuidadoras del mundo», dominan la prestación de atención dentro y fuera de las familias. Prevalecen en profesiones como enfermería o asistencia social, que están a la vanguardia de la atención a los enfermos y ancianos dentro y fuera de las instituciones. No pueden defenderse con una cuarentena para garantizar la cuarentena de los demás. Son ellas también las que siguen a cargo, exclusiva o principalmente, de las familias. Uno podría imaginar que, con más brazos en casa durante la cuarentena, las tareas podrían estar más distribuidas. Sospecho que no será así en vista del machismo que prevalece y tal vez se refuerza en tiempos de crisis y confinamiento de la familia. Con los niños y otros miembros de la familia en el hogar durante 24 horas, el estrés será mayor y ciertamente recaerá más en las mujeres. El aumento en el número de divorcios en algunas ciudades chinas durante la cuarentena puede ser un indicador de lo que acabo de decir. Por otro lado, se sabe que la violencia contra las mujeres tiende a aumentar en tiempos de guerra y crisis, y ahora ha aumentado. Una buena parte de esta violencia ocurre en el espacio doméstico. El confinamiento de familias en espacios reducidos y sin salida puede ofrecer más oportunidades para el ejercicio de la violencia contra las mujeres. El periódico francés Le Figaro informó el 26 de marzo que, según el Ministerio del Interior, la violencia conyugal había aumentado en un 36% en París la semana anterior.

Trabajadores precarios, informales y autónomos. Después de cuarenta años de ataque a los derechos de los trabajadores en todo el mundo por las políticas neoliberales, este grupo de trabajadores prevalece a nivel mundial, aunque las diferencias de un país a otro son muy significativas. ¿Qué significará la cuarentena para ellos, que tienden a ser los más rápidamente despedidos siempre que hay una crisis económica? El sector de servicios, donde abundan, será una de las áreas más afectadas por la cuarentena. El 23 de marzo, India declaró la cuarentena durante tres semanas, involucrando a 1.300 millones de personas. Teniendo en cuenta que en India entre el 65% y el 70% de los trabajadores pertenecen a la economía informal, se estima que 300 millones de indios quedaron sin ingresos. En América Latina, alrededor del 50% de los trabajadores están empleados en el sector informal. Del mismo modo, en el caso de Kenia o Mozambique, debido a los programas de ajuste estructural de los años 1980-90, la mayoría de los trabajadores son informales. Esto significa que dependen de un salario diario; incluso aquellos con empleo formal disfrutan de pocos beneficios contractuales. La recomendación de la OMS de trabajar en casa y en auto aislamiento no es práctica, ya que obliga a los trabajadores informales a elegir entre ganarse el pan a diario o quedarse en casa y pasar hambre. ¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que ganan día a día para vivir día a día? ¿Se arriesgarán a desobedecer a la cuarentena para alimentar a su familia? ¿Cómo resolverán el conflicto entre el deber de alimentar a la familia y el deber de proteger sus vidas y la vida de ellos? Morir por el virus o morir de hambre, esas son las opciones.

Vendedores ambulantes. Los trabajadores de la calle son un grupo específico de trabajadores precarios. Los vendedores ambulantes, para quienes el «negocio», es decir la subsistencia, depende exclusivamente de la calle, de quien pase y de su decisión, siempre impredecible para el vendedor, de detenerse y comprar algo. Hace mucho tiempo que los vendedores viven en cuarentena en la calle, pero en la calle con gente. El impedimento de trabajar para quienes venden en los mercados informales de las grandes ciudades significa que potencialmente millones de personas ni siquiera tendrán el dinero para ir a las instalaciones de salud si se enferman, o para comprar desinfectantes para manos y jabón. Los que tienen hambre no pueden darse el lujo de comprar jabón y agua a precios que están comenzando a sufrir el peso de la especulación. En otros contextos, aquellos uberizados en la economía informal que entregan alimentos y paquetes en el hogar. Ellos garantizan la cuarentena de muchos, pero por eso no pueden protegerse con ella. Su «negocio» aumentará tanto como su riesgo.

Los sin hogar o personas en la calle. ¿Cómo será la cuarentena para aquellos que no tienen hogar? Personas que pasan sus noches en viaductos, en estaciones abandonadas de metro o tren, en túneles de aguas pluviales o de alcantarillado en tantas ciudades del mundo. En los Estados Unidos los llaman tunnel people. ¿Cómo será la cuarentena en los túneles? ¿No han sido puestos en cuarentena toda su vida? ¿Se sentirán más libres que aquellos que ahora se ven obligados a vivir en casa? ¿La cuarentena se verá como una forma de justicia social?

Residentes en las periferias pobres de las ciudades, barrios bajos, barriadas, callejones, etc. Según datos de ONU Hábitat, 1.600 millones de personas no tienen una vivienda adecuada y el 25% de la población mundial vive en barrios informales sin infraestructura o saneamiento básico, sin acceso a servicios públicos, con escasez de agua y electricidad. Viven en espacios pequeños reunidos en familias numerosas. En resumen, viven en la ciudad sin derecho a la ciudad, ya que, viviendo en áreas suburbanizadas, no tienen acceso a las condiciones urbanas presupuestas por el derecho a la ciudad. Dado que muchos habitantes son trabajadores informales, se enfrentan a la cuarentena con las mismas dificultades mencionadas anteriormente. Pero además, dadas las condiciones de la vivienda, ¿podrán cumplir con las normas de prevención recomendadas por la OMS? ¿Serán capaces de mantener la distancia interpersonal en los pequeños espacios de vivienda donde la privacidad es casi imposible? ¿Podrán lavarse las manos con frecuencia cuando la poca agua disponible se tenga que guardar para beber y cocinar? ¿El confinamiento en lugares tan pequeños no tendrá otros riesgos para la salud tan dramáticos o más dramáticos que los causados por el virus? Muchos de estos barrios ahora están fuertemente vigilados y, a veces, asediados por las fuerzas militares con el pretexto de combatir el crimen. ¿No es, después de todo, la cuarentena más dura para estas poblaciones? Los jóvenes de las favelas de Río de Janeiro, a quienes la policía siempre les ha impedido ir a la playa de Copacabana el domingo para no molestar a los turistas, ¿no sentirán que ya estaban en cuarentena? ¿Cuál es la diferencia entre la nueva cuarentena y la original, que siempre ha sido su forma de vida? En Mathare, uno de los barrios periféricos de personas de bajos ingresos en Nairobi, Kenia, 68 941 personas viven en un kilómetro cuadrado. Como en muchos contextos similares en el mundo, las familias comparten una habitación que también es cocina, dormitorio y sala de estar. ¿Cómo puedes pedir auto aislamiento? ¿Es posible el auto aislamiento en un contexto de hetero aislamiento permanente impuesto por el estado?

Cabe señalar que para los habitantes de las periferias más pobres del mundo, la emergencia de salud actual se une a muchas otras emergencias. Según los camaradas y compañeros de Garganta Poderosa, uno de los movimientos sociales más notables en los barrios populares de América Latina, además de la emergencia de salud causada por la pandemia, los residentes enfrentan varias otras emergencias. Este es el caso de la emergencia de salud resultante de otras epidemias aún no resueltas y la falta de atención médica. Este año, 1833 casos de dengue ya se han registrado en Buenos Aires. Solo en Villa 21, uno de los barrios más pobres de Buenos Aires, hubo 214 casos. «Por coincidencia», en Villa 21, el 70% de la población no tiene agua potable. Este es también el caso de la emergencia alimentaria, porque hay hambre en los vecindarios y las formas comunitarias de superarlo (comedores populares, bocadillos) colapsan ante el dramático aumento de la demanda. Si las escuelas cierran, la comida escolar que garantiza la supervivencia de los niños termina. Finalmente, es el caso de la aparición de violencia doméstica, que es particularmente grave en los barrios, y la aparición permanente de violencia policial y la estigmatización que esta conlleva.

Los internados en campos de internamiento para refugiados, inmigrantes indocumentados o poblaciones desplazadas internamente. Según las cifras de la ONU, hay 70 millones. Estas son poblaciones que, en su mayor parte, viven en cuarentena permanente y para las cuales la nueva cuarentena significa poco como regla de confinamiento. Pero los peligros que enfrentan si el virus se propaga entre ellos serán fatales e incluso más dramáticos que los que enfrentan las poblaciones de las periferias pobres. Por ejemplo, en Sudán del Sur, donde más de 1.6 millones de personas están desplazadas internamente, lleva horas, si no días, llegar a los centros de salud, y la principal causa de muerte a menudo se puede prevenir, ya que es causada por enfermedades para las cuales ya existen remedios: malaria y diarrea. En el caso de los campos de internamiento en las fronteras de Europa y Estados Unidos, la cuarentena causada por el virus impone el deber ético humanitario de abrir las puertas de los campos de internamiento siempre que no sea posible brindar las condiciones mínimas de habitabilidad y seguridad requeridas por la pandemia.

Los discapacitados. Han sido víctimas de otra forma de dominación, además del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado: el capacitismo. Se trata de cómo la sociedad los discrimina, cómo no reconoce sus necesidades especiales, no les da acceso a la movilidad y las condiciones que les permitirían disfrutar de la sociedad como cualquier otra persona. De alguna manera, las limitaciones que la sociedad les impone les hace sentir que viven en cuarentena permanente. ¿Cómo vivirán la nueva cuarentena, sobre todo cuando dependen de alguien que tiene que romper la cuarentena para ayudarlos? Como hace tiempo están acostumbrados a vivir en condiciones de cierto encierro, ¿se sentirán ahora más libres que los «no discapacitados» o más como ellos? ¿Veremos tristemente alguna justicia social en la nueva cuarentena?

Los ancianos. Este grupo, particularmente numeroso en el norte global, es generalmente uno de los grupos más vulnerables, pero la vulnerabilidad no es indiscriminada. De hecho, la pandemia requiere que seamos más precisos en los conceptos que utilizamos. Después de todo, ¿quién es mayor? Según Garganta Poderosa, la diferencia en la esperanza de vida entre dos barrios de Buenos Aires (el barrio pobre de Zavaleta y el barrio noble de Recoleta) es de unos veinte años. No es sorprendente que los líderes de la comunidad sean considerados «edad madura» por la comunidad y como «líderes jóvenes» por la sociedad en general.

Las condiciones de vida prevalecientes en el norte global han llevado a que una gran parte de ellos se depositen (la palabra es dura pero es lo que es) en hogares, casas de reposo, asilos. Dependiendo de las posesiones propias o familiares, estos alojamientos pueden ir desde cajas fuertes de joyería de lujo hasta vertederos de desechos humanos. En tiempos normales, los ancianos comenzaron a vivir en estos alojamientos como espacios que garantizaban su seguridad. En principio, la cuarentena causada por la pandemia no debería afectar en gran medida su vida, ya que ya están en cuarentena permanente. ¿Qué sucederá cuando, debido a la propagación del virus, esta zona de seguridad se convierta en una zona de alto riesgo, como sucede en Portugal y España? ¿Estarían más seguros si pudieran regresar a las casas donde vivieron toda su vida, en el improbable caso de que aún existan? ¿Los familiares que, por su propia conveniencia, los llevarán a sus hogares, sentirán remordimiento por someter a sus ancianos a un riesgo que podría ser fatal? ¿Y las personas mayores que viven en aislamiento ahora no estarán en mayor riesgo de morir sin que nadie se dé cuenta? Al menos los ancianos que viven en las partes más pobres del mundo pueden morir a causa de la pandemia, pero no morirán sin que nadie lo note. También debe agregarse que, especialmente en el Sur global, las epidemias anteriores han significado que los ancianos tengan que prolongar su vida laboral. Por ejemplo, la epidemia del SIDA ha matado y sigue matando a padres jóvenes, dejando a los abuelos con la responsabilidad del hogar. Si los abuelos mueren, los niños corren un riesgo muy alto de desnutrición y hambre, y finalmente de muerte.

La lista de los que están al sur de la cuarentena está lejos de ser exhaustiva. Basta pensar en los prisioneros y las personas con problemas de salud mental, por ejemplo depresión. Pero los ejemplos seleccionados muestran dos cosas. Por un lado, al contrario de lo que transmiten los medios de comunicación y las organizaciones internacionales, la cuarentena no solo hace todo más visible, sino que también refuerza la injusticia, la discriminación, la exclusión social y el sufrimiento inmerecido que provocan. Resulta que tales asimetrías se vuelven más invisibles frente al pánico que afecta a los que no están acostumbrados.



Capitulo 4

La intensa pedagogía del virus: las primeras lecciones

Lección 1. El tiempo político y mediático condiciona cómo la sociedad contemporánea percibe los riesgos que corre. Ese camino puede ser fatal para nosotros. Las crisis graves y agudas, cuya letalidad es muy significativa y muy rápida, movilizan a los medios de comunicación y los poderes políticos, y llevan a tomar medidas que, en el mejor de los casos, resuelven las consecuencias de la crisis, pero no afectan sus causas. Por el contrario, las crisis severas pero de lento progreso tienden a pasar desapercibidas incluso cuando su letalidad es exponencialmente mayor. La pandemia de corona virus es el ejemplo más reciente del primer tipo de crisis. Al momento de escribir, ha matado a unas 40,000 personas 1. La contaminación del aire es el ejemplo más trágico del segundo tipo de crisis. Como informa The Guardian del 5 de marzo, según la Organización Mundial de la Salud, la contaminación atmosférica, que es solo una dimensión de la crisis ecológica, mata a 7 millones de personas anualmente. Según la Organización Meteorológica Mundial, el hielo antártico se derrite seis veces más rápido que hace cuatro décadas, y el hielo de Groenlandia cuatro veces más rápido de lo que se preveía. Según la ONU, tenemos diez años para evitar un aumento de 1.5 grados en la temperatura global en comparación con la era preindustrial, y en cualquier caso lo sufriremos.
A pesar de todo esto, la crisis climática no da lugar a una respuesta dramática y de emergencia como la que está causando la pandemia. Lo peor es que, si bien la crisis pandémica puede revertirse o controlarse de alguna manera, la crisis ecológica ya es irreversible y ahora solo es posible tratar de mitigarla. Pero aún más grave es el hecho de que las dos crisis están vinculadas. La pandemia de corona virus es una manifestación entre muchos de los modelos de la sociedad que comenzó a imponerse a nivel mundial desde el siglo XVII y hoy está llegando a su etapa final. Este es el modelo que está llevando a la humanidad a una catástrofe ecológica hoy. Ahora, una de las características esenciales de este modelo es la explotación ilimitada de los recursos naturales. Esta explotación está violando fatalmente el lugar de la humanidad en el planeta Tierra. Esta violación se traduce en la muerte innecesaria de muchos seres vivos de la Madre Tierra, nuestro hogar común, tal como lo defienden los pueblos indígenas y campesinos de todo el mundo, hoy apoyados por movimientos ecológicos y la teología ecológica. Esta violación no quedará impune. Las pandemias, como las manifestaciones de la crisis ecológica, son el castigo que sufrimos por tal violación. No se trata de una venganza de la naturaleza. Se trata de pura auto defensa. El planeta tiene que defenderse para garantizar su vida. La vida humana es una parte muy pequeña (0.01%) de la vida planetaria que hay que defender.

Lección 2. Las pandemias no matan tan indiscriminadamente como se cree. Es evidente que son menos discriminatorias que otros actos de violencia cometidos en nuestra sociedad contra mujeres, trabajadores empobrecidos, trabajadores precarios, negros, indígenas, inmigrantes, refugiados, personas sin hogar, campesinos, ancianos, etc. Pero si discriminan tanto en lo que respecta a la prevención, como a su expansión y mitigación. Por ejemplo, los ancianos están siendo victimizados en varios países por el darwinismo social. Una gran parte de la población mundial no está en condiciones de seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para defendernos del virus porque viven en espacios pequeños o altamente contaminados, porque se ven obligados a trabajar en condiciones de riesgo para alimentar a las familias, porque están atrapados en cárceles o campos de internamiento, porque no tienen jabón ni agua potable, o poca agua disponible para beber y cocinar, etc.

Lección 3. Como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. En particular, su versión vigente, el neoliberalismo combinado con el dominio del capital financiero, está desacreditado social y políticamente ante la tragedia a la que ha conducido a la sociedad en general y cuyas consecuencias son más evidentes que nunca en este momento de crisis humanitaria global. El capitalismo puede subsistir como uno de los modelos económicos de producción, distribución y consumo, entre otros, pero no como único y mucho menos como el que dicta la lógica de acción del Estado y de la sociedad. Esto es lo que ha sucedido en los últimos cuarenta años, especialmente después de la caída del Muro de Berlín. Se impuso la versión más antisocial del capitalismo: el neoliberalismo cada vez más dominado por el capital financiero global. Esta versión del capitalismo sometió a todas las áreas sociales, principalmente salud, educación y seguridad social, al modelo de negocio de capital, es decir, a áreas de inversión privada que deben gestionarse para generar el máximo beneficio para los inversores. Este modelo deja de lado cualquier lógica de servicio público, ignorando así los principios de ciudadanía y derechos humanos. Deja al Estado solo las áreas residuales o a clientes poco solventes (a menudo la mayoría de la población) aquellas áreas que no generan ganancias. Por opción ideológica, siguió la demonización de los servicios públicos (el estado depredador, ineficiente o corrupto); la degradación de las políticas sociales dictadas por las políticas de austeridad con el pretexto de la crisis financiera del estado; la privatización de los servicios públicos y la sub financiación de los que quedan porque no son de interés para el capital. Y hemos llegado a nuestros días con estados sin capacidad efectiva para responder eficazmente a la crisis humanitaria que se abatió sobre sus ciudadanos. La fractura entre economía de la salud y salud pública no podría ser mayor. Los gobiernos con menos lealtad a las ideas neoliberales son aquellos que actúan de manera más efectiva contra la pandemia, independientemente del régimen político. Basta mencionar Taiwán, Corea del Sur, Singapur y China.

En el momento actual de conmoción, las instituciones financieras internacionales (FMI), los bancos centrales y el Banco Central Europeo están instando a los países a endeudarse más de lo que ya están para cubrir los gasto de emergencia, incluso les permiten alargar los plazos de pago. El futuro propuesto por estas instituciones solo escapará a los más distraídos: la pos crisis estará dominada por más políticas de austeridad y una mayor degradación de los servicios públicos donde esto todavía sea posible.
Es aquí donde la pandemia opera como un analista privilegiado. Los ciudadanos ahora saben lo que está en juego. Habrá más pandemias en el futuro y probablemente más graves, y las políticas neoliberales continuarán socavando la capacidad del Estado para responder, y las poblaciones estarán cada vez más indefensas. Semejante ciclo tan infernal solo puede detenerse si se interrumpe el capitalismo.

Lección 4. La extrema derecha y la derecha hiperneoliberal están definitivamente (con suerte) desacreditadas. Han estado creciendo en todo el mundo. Se caracterizan por un impulso anti sistema, una manipulación grosera de los instrumentos democráticos, incluido el sistema judicial, por un nacionalismo excluyente, xenofobia y racismo, la promoción de la excepción del estado de seguridad, el ataque a la investigación científica independiente y a la libertad de expresión, la estigmatización de los opositores, concebidos como enemigos, el discurso de odio, el uso de redes sociales para comunicación política sin tener en cuenta los vehículos y medios convencionales. Defiende, en general, un estado mínimo, pero es abundante en presupuestos militares y fuerzas de seguridad. Ocupa un espacio político que les fue ofrecido por el rotundo fracaso de los gobiernos provenientes de la izquierda que se entregaron al catecismo neoliberal bajo la astuta o ingenua creencia en la posibilidad de presentar un capitalismo con rostro humano, un oxímoron desde siempre o, por menos, en los tiempos actuales.

En algunos países, la extrema derecha está asociada con versiones religiosas altamente politizadas y conservadoras, al evangelismo pentecostal en varios países latinoamericanos, al catolicismo reaccionario en Europa, al hinduismo político en India, al budismo radical en Myanmar, al Islam radical en Medio Oriente. Que defienden las políticas neoliberales, a veces con un extremismo superior a la ortodoxia del FMI. La extrema derecha coquetea y se enamora de los partidos convencionales de derecha siempre que necesitan apoyo para versiones menos extremas de políticas neoliberales. En la actual crisis humanitaria, los gobiernos de extrema derecha o derechas neoliberales han fracasado más que otros en la lucha contra la pandemia. Ocultaron información, desprestigiaron a la comunidad científica, minimizaron los posibles efectos de la pandemia, utilizaron la crisis humanitaria para el engaño político. Con el pretexto de salvar la economía, asumieron riesgos irresponsables de los cuales, esperamos, serán responsabilizados. Sugirieron que una dosis de darwinismo social sería beneficioso: la eliminación de parte de las poblaciones que ya no son de interés para la economía, ni como trabajadores ni como consumidores, es decir, poblaciones desechables como si la economía pudiera prosperar sobre una pila de cadáveres o cuerpos sin ningún ingreso. Los ejemplos más llamativos son Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, India, Filipinas y Tailandia.

Lección 5. El colonialismo y el patriarcado están vivos y fortalecidos en tiempos de crisis aguda. Las manifestaciones son múltiples, aquí hay algunas de ellas. Las epidemias de las cuales el nuevo corona virus es la manifestación más reciente solo se convierten en serios problemas globales cuando las poblaciones de los países más ricos del Norte global se ven afectados. Eso es lo que sucedió con la epidemia del SIDA. En 2016, la malaria mató a 405,000 personas, la gran mayoría en África, y eso no fue noticia. Los ejemplos podrían multiplicarse. Por otro lado, los cuerpos racializados y sexualizados son siempre los más vulnerables ante un brote de pandemia. Sus cuerpos son, al principio, más vulnerables a las condiciones de vida socialmente impuestas por la discriminación racial o sexual a la que son sometidos. Cuando ocurre el brote, la vulnerabilidad aumenta, ya que están más expuestos a la propagación del virus y se encuentran donde la atención médica nunca llega: favelas y suburbios pobres de la ciudad, aldeas remotas, campos de refugiados, prisiones, etc. Realizan tareas que implican más riesgos, ya sea porque trabajan en condiciones que no les permiten protegerse o porque son cuidadores de las vidas de otros que si tienen condiciones para protegerse a sí mismos. Finalmente, en situaciones de emergencia, las políticas de prevención o contención nunca son de aplicación universal. Son por lo contrario, selectivas. Algunas veces son abierta e intencionalmente adeptas al darwinismo social: proponen garantizar la supervivencia de los cuerpos más valorados socialmente, los más aptos y los más necesarios para la economía. Otras veces, se limitan a olvidar o descuidar los cuerpos desvalorizados.

Lección 6. El retorno del Estado y la comunidad. Los tres principios de regulación de las sociedades modernas son el Estado, el mercado y la comunidad. En los últimos cuarenta años, el principio del mercado ha recibido prioridad absoluta en detrimento del Estado y la comunidad. La privatización de los bienes sociales colectivos, como la salud, la educación, el agua potable, la electricidad, los servicios postales y de telecomunicaciones, y la seguridad social, fueron solo la manifestación más visible de la prioridad dada a la mercantilización de la vida colectiva. Más insidiosamente, el propio Estado y la comunidad o sociedad civil comenzaron a ser gestionados y evaluados por la lógica del mercado y por criterios de rentabilidad del «capital social». Esto sucedió tanto en los servicios públicos como en los servicios de solidaridad social. Así es como las universidades públicas fueron sometidas a la lógica del capitalismo universitario, con clasificaciones internacionales, la proletarización productivista de los docentes y la conversión de los estudiantes en consumidores de servicios universitarios. Así también surgieron las alianzas público-privadas, casi siempre un mecanismo para transferir recursos públicos al sector privado. Así es como las organizaciones de solidaridad social finalmente entraron en el comercio de filantropía y cuidado.
Las pandemias muestran cruelmente cómo el capitalismo neoliberal ha incapacitado al estado para responder a las emergencias. Las respuestas que los Estados están dando a la crisis varían de un Estado a otro, pero ninguno puede disfrazar su incapacidad, su falta de previsibilidad en relación con las emergencias que se anunciaron como inminentes y muy probables.

Estoy seguro de que en un futuro cercano esta pandemia nos dará más lecciones y que lo hará siempre cruelmente. Si podremos aprender es una pregunta abierta por ahora.




Capitulo 5

El futuro puede comenzar hoy

La pandemia y la cuarentena revelan que las alternativas son posibles, que las sociedades se adaptan a nuevas formas de vida cuando esto es necesario y se sienten como correspondientes al bien común. Esta situación es propicia para pensar en alternativas a la forma de vivir, producir, consumir y vivir en los primeros años del siglo XXI. En ausencia de tales alternativas, ¿no será posible prevenir la irrupción de nuevas pandemias que, por cierto, como todo sugiere, pueden ser aún más letales que la actual?. No faltarán ideas sobre alternativas, pero ¿podrán conducir a una acción política para lograr concretarlas? En el corto plazo, lo más probable es que, finalizada la cuarentena, la gente querrá asegurarse de que el mundo que conocieron no haya desaparecido. Volverán a las calles ansiosos por moverse libremente de nuevo. Irán a parques, restaurantes, centros comerciales, visitarán a familiares y amigos, regresarán a rutinas que, por pesadas y monótonas que hayan sido, ahora parecerán ligeras y seductoras.

Sin embargo, el regreso a la «normalidad» no será igualmente fácil para todos. ¿Cuándo se reconstituirán las ganancias pasadas? ¿Estarán los trabajos y salarios en espera y disponibles? ¿Cuándo se recuperarán los atrasos en educación y en las carreras profesionales? ¿Desaparecerá el estado de excepción creado para responder a la pandemia tan rápido como la pandemia? En los casos en que se hayan adoptado medidas de protección para defender la vida por encima de los intereses de la economía, ¿el retorno a la normalidad implicará dejar de dar prioridad a la defensa de la vida? ¿Habrá un deseo de pensar en alternativas cuando la alternativa que se busca es regresar a la normalidad que existía antes de la cuarentena? ¿Se pensará que esa normalidad fue lo que llevó a la pandemia y conducirá a otras pandemias en el futuro?

Al contrario de lo que uno podría pensar, el período inmediato posterior a la cuarentena no será un período favorable para discutir alternativas, a menos que la normalidad de la vida a la que la gente quiera regresar no sea posible. Tengamos en cuenta que, en el período inmediatamente anterior a la pandemia, hubo protestas masivas en muchos países contra las desigualdades sociales, la corrupción y la falta de protección social. Lo más probable es que cuando termine la cuarentena, las protestas y el saqueo volverán, sobre todo porque la pobreza y la pobreza extrema habrán aumentado. Como antes, los gobiernos recurrirán a la represión en la medida de lo posible y, en cualquier caso, intentarán que los ciudadanos reduzcan aún más sus expectativas y se acostumbren a la nueva normalidad.

En ausencia de alternativas, ocurrirán otras pandemias, pero esa probabilidad ya no es un problema político. Es que los políticos que enfrentaran esta crisis ya no serán los que tendrán que enfrentar la próxima. En mi opinión, este no será el caso si la ciudadanía organizada (partidos políticos, movimientos y organizaciones sociales, movilizaciones espontáneas de ciudadanos) decide poner fin a la separación entre los procesos políticos y los procesos de civilización que tuvieron lugar simbólicamente después de la caída del Muro de Berlín. Con este evento político, se consolidó la idea del Norte global de que no había alternativa al capitalismo y todo lo que este acarrea. Hasta entonces, al menos desde principios del siglo XX, el debate sobre las alternativas al capitalismo ocurría dentro del proceso político, y este, a medida que se discutía, asumió una dimensión civilizadora. Las alternativas económicas, sociales, políticas y culturales se pusieron en la agenda del debate, señalando horizontes pos capitalistas, modelos de desarrollo, vida y sociedad que mitigarían la agresión cada vez más intensa contra la naturaleza inducida por el capitalismo y todo lo que implica. La gran mayoría de tales alternativas no tenía nada que ver con las soluciones que existían al otro lado del Muro de Berlín (socialismo soviético), pero la mera existencia de ellas legitimaba que se discutiesen otras alternativas. En esto consistió la articulación entre procesos políticos y procesos civilizadores.

Con la caída del Muro de Berlín, esa articulación se vino abajo. Los debates políticos comenzaron a limitarse a la gestión de las soluciones propuestas o impuestas por el (des)orden capitalista vigente, y los debates civilizadores, a medida que continuaban, pasaron a tener lugar fuera de los procesos políticos. Esta separación fue fatal porque, con ella, las sociedades ya no podían pensar en alternativas de vida que harían menos probable fenómenos como el calentamiento global, los llamados desastres naturales, la pérdida de biodiversidad, la ocurrencia cada vez más frecuente acontecimientos meteorológicos extremos (tsunamis, ciclones, inundaciones, sequías, aumento del nivel del mar debido al deshielo de los glaciares) y como resultado, la mayor ocurrencia de epidemias y pandemias globales que son cada vez más letales.

Solo con una nueva articulación entre los procesos políticos y civilizadores será posible comenzar a pensar en una sociedad en la que la humanidad asuma una posición más humilde en el planeta en el que habita. Una humanidad que se acostumbre a dos ideas básicas: hay mucha más vida en el planeta que la vida humana, ya que esta representa solo el 0.01% de la vida en el planeta; La defensa de la vida del planeta en su conjunto es la condición para la continuación de la vida de la humanidad. De lo contrario, si la vida humana continúa cuestionando y destruyendo todas las demás vidas de las que está hecho el planeta Tierra, es de esperar que estas otras vidas se defiendan de la agresión causada por la vida humana y lo hagan de maneras cada vez más diferentes y letales. En ese caso, el futuro de esta cuarentena será un breve intervalo antes de las futuras cuarentenas.

La nueva articulación presupone un giro epistemológico, cultural e ideológico que respalde soluciones políticas, económicas y sociales que garanticen la continuidad de una vida humana digna en el planeta. Este cambio tiene múltiples implicaciones. El primero es crear un nuevo sentido común, la idea simple y evidente de que especialmente en los últimos cuarenta años hemos vivido en cuarentena, en la cuarentena política, cultural e ideológica de un capitalismo encerrado en sí mismo y en el de las discriminaciones raciales y sexuales sin las cuales no puede subsistir. La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra cuarentena. Superaremos la cuarentena del capitalismo cuando podamos imaginar el planeta como nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original a quien debemos amor y respeto. No nos pertenece. Le pertenecemos a ella. Cuando superemos esa cuarentena, estaremos más libres de las cuarentenas provocadas por las pandemias.
1Nota del traductor. Al momento actual (20/04/2020) van 168195 fallecidos según el corona virus.app.