sábado, 9 de abril de 2022

DEMOCRACIAS Y AUTOCRACIAS Por Boaventura de Sousa Santos*



En el lenguaje internacionalista de EE.UU. el mundo se divide en dos: las democracias (nosotros) y las autocracias (ellos). Hace sólo unos años la división era entre democracias y dictaduras. Es difícil saber las razones del cambio, pero es legítimo especular sobre ellas. Mi especulación es que autocracia es un término mucho más vago que, por tanto, puede utilizarse para considerar autocrático a un gobierno democrático percibido como hostil, aunque la hostilidad no se derive de las características del régimen. Por ejemplo, en la cumbre sobre la democracia celebrada en diciembre de 2021, a iniciativa del presidente Biden, no se invitó a países como Argentina y Bolivia, que habían experimentado recientemente vibrantes procesos democráticos pero que son menos receptivos a los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos. Por otro lado, se invitó a tres países con democracias ciertamente problemáticas (el término es democracias defectuosas, flawed democracies), con corrupción endémica y abusos de los derechos humanos, pero con interés estratégico para Estados Unidos: Filipinas, para contrarrestar la influencia de China, Pakistán, por su relevancia en la lucha contra el terrorismo, y Ucrania, por su resistencia a la incursión de Rusia.

La guerra de Ucrania ha dado a la distinción un nuevo impulso y una nueva lectura. Ucrania representa ahora la lucha de la democracia contra la autocracia rusa (que, internamente, debe estar a la altura de Ucrania en cuanto a corrupción y abusos de los derechos humanos). Y la lucha contra Rusia tiene como objetivo debilitar a otra gran autocracia, China, hasta hace poco un «socio económico clave». El concepto de democracia pierde así gran parte de su contenido político y se convierte en un arma para promover cambios de gobierno que favorezcan los intereses globales de Estados Unidos. Si es así, corremos el riesgo de que se libren cada vez más luchas en nombre de la democracia con el objetivo real de destruirla allí donde realmente existe. Veamos los riesgos que corren las democracias europeas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa Occidental, recuperando, con el apoyo de Estados Unidos, una tradición de principios de siglo se convirtió en la región del mundo donde más se profundizó y consolidó la democracia liberal y representativa. Con la excepción del sur de Europa (Portugal, España, Grecia), hasta mediados de los años 70 se consolidó un modelo conocido como socialdemocracia. A partir de los años ochenta, este modelo empezó a entrar en crisis, esta vez también impulsado por los vientos que venían de Estados Unidos (neoliberalismo y Consenso de Washington), que atacaban los derechos económicos y sociales por considerarlos insostenibles. Este ataque ha continuado hasta el día de hoy y, combinado con las migraciones procedentes en gran parte de países desestabilizados por las guerras dirigidas por Estados Unidos, es la causa del crecimiento de las fuerzas de extrema derecha que ahora desafían a la democracia en su conjunto.

Una de las claves del éxito de la socialdemocracia ha sido que Europa es el continente con los presupuestos militares más bajos en términos relativos. El primer riesgo para las democracias europeas radica en lo siguiente: todos los países se han propuesto aumentar los presupuestos militares y lo que se gaste en armas se quitará de lo que se gastaría en políticas sociales, con el añadido del aumento exponencial de la energía. Por otro lado, si alcanza el nivel de gasto militar previsto (2% del PIB), Alemania será en pocos años la tercera o cuarta potencia militar del mundo. Alemania, que ya es el país más fuerte de Europa desde el punto de vista económico, será también el más fuerte desde el punto de vista militar. Un horizonte preocupante.

El segundo riesgo proviene del fortalecimiento de las fuerzas políticas y militares de extrema derecha de Ucrania, algunas de ellas neonazis. En 2020, el 40% de las fuerzas militares del país (un total de 102.000 miembros, según Reuters) eran milicias paramilitares de extrema derecha, armadas, financiadas y entrenadas por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Francia y Suiza, con miembros de diecinueve nacionalidades. Desde que comenzó la guerra, se han unido más personas, algunas de Oriente Medio, y se han recibido más armas de todos los países de la OTAN.  Así, Europa corre el peligro de tener un nutrido nazi-yihadismo en su seno, y no hay garantía de que su radio de acción se limite a Ucrania. En 1998, el ex asesor de seguridad del presidente Carter, Zbigniew Brezezinski, declaró en una entrevista con el Nouvel Observateur: «En 1979, aumentamos la probabilidad de que la URSS invadiera Afganistán…y creamos la oportunidad de darles su Vietnam». No me sorprendería que este libro de jugadas (playbook) de la CIA no se esté aplicando ahora en Ucrania. Las consecuencias para la democracia serán fatales.  

Traducción de Bryan Vargas Reyes

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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Articulo enviado a Other News por el gabinete del autor.

Fuente: https://www.other-news.info/noticias/democracias-y-autocracias/

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